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Y cuando alguien me desafíe, yo le diré que no me batir, en vez de plantearle el problema de la moral del duelo. Por lo demás, acaso toda la moral del duelo consista precisamente en esto. Cuando todo el mundo llevaba una espada al cinto y sabía más o menos manejarla, batirse en duelo era una cosa así como lo que es hoy liarse a garrotazos.

-Socarrón sois, Sancho -respondió don Quijote-. A fee que no os falta memoria cuando vos queréis tenerla. -Cuando yo quisiese olvidarme de los garrotazos que me han dado -dijo Sancho-, no lo consentirán los cardenales, que aún se están frescos en las costillas.

Hubo para los cuellos del mayorazgo, hubo para su colmena, para su cara, para su garrote, y hubo ... que contener á don Silvestre, que, embravecido como un toro con aquellas banderillas que tan inhumanamente ponía á su inofensivo desparpajo cerril la intransigente civilización, quiso acometer á garrotazos á aquella turba de enclenques, famélicos, petardistas, vagabundos y tahures que poblaban el salón, disfrazados de personas decentes.

Pasaron los dos por el bosque de Iraty y les acometieron unos cuantos jabalíes. Ninguno de los hombres llevaba armas, pero a garrotazos mataron tres de aquellos furiosos animales, Zalacaín dos y el de Larrau otro. Cuando Martín volvió triunfante, muerto de fatiga y con sus dos jabalíes, el pueblo entero le consideró como un héroe.

Pero ya la victoria estaba declarada por los de Entralgo. Los de Lorío y Condado corrían desbandados y seguidos de cerca por los primeros. Las mujeres, los niños y los hombres pacíficos se habían refugiado en el pórtico y en los alrededores de la iglesia. El campo de la romería estaba poco menos que desierto. Sembrados por él y aturdidos por los garrotazos yacían algunos guerreros.