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Actualizado: 8 de junio de 2025
Acariciaba, más le hacía pagar las caricias: «¡Ahora le da el sentimiento al niño! ¡Quieres callarte, tontuelo! ¿Te figuras que estoy yo aquí para templar gaitas? ¡Bueno, bueno, ya empieza el lloriqueo!» Con estas y otras tales expresiones abría la llave de las lágrimas que su mano trataba de secar. Mas no pararon todavía aquí las cosas.
Supo el mal, y tomóla y aderezó una melecina, y haciendo llamar una vieja de setenta años, tía suya, que le servía de enfermera, dijo que nos echase sendas gaitas.
No estaba él para templar gaitas: los nervios le eran antipáticos; estas penas sin causa conocida no le inspiraban compasión, le irritaban, le parecían mimos de enfermo; él quería mucho a su mujer, pero a los nervios los aborrecía.... Además en el teatro había tenido una discusión acalorada: un majadero, un sietemesino que estudiaba en Madrid, había dicho que el teatro de Lope y de Calderón no debía imitarse en nuestros días, que en las tablas era poco natural el verso, que para los dramas de la época era mejor la prosa. ¡Imbécil! ¡que el verso es poco natural! ¡Cuando lo natural sería que todos, sin distinción de clases, al vernos ultrajados prorrumpiéramos en quintillas sonoras!
Atacado de un vértigo de grandeza heroica, decía que para celebrar suceso de tal magnitud era menester una hecatombe, el sacrificio de cien bueyes ó por lo menos de cien carneros. Una banda de gaitas acompañada de tamboriles amenizaba el festín, haciendo sonar los aires del país.
Cantaban en sus diversos latines respectivos y se acompañaban con sus instrumentos predilectos. Cítaras, crótalos, flautas, gaitas, arpas, salterios, trompetas, liras, todo sonaba allí, y el Apóstol hacía el milagro de armonizarlo.
El cura no será bien que tenga pastora, por dar buen ejemplo; y si quisiere el bachiller tenerla, su alma en su palma. ¡Válame Dios -dijo don Quijote-, y qué vida nos hemos de dar, Sancho amigo! ¡Qué de churumbelas han de llegar a nuestros oídos, qué de gaitas zamoranas, qué tamborines, y qué de sonajas, y qué de rabeles! Pues, ¡qué si destas diferencias de músicas resuena la de los albogues!
Palabra del Dia
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