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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Tropezando de ira, nos dirigió frases de mal gusto, verdaderos insultos, que nosotros acogíamos con ¡bravos! y palmadas. Sin embargo, las señoras se pusieron de su parte, y no hubo más remedio que dar la vuelta. La barca siguió de nuevo el argentado sendero del río, que fulguraba como el éter. Todo dormía, lo mismo la sombra que la luz, con un sueño profundo y sosegado.
A trechos giraba lentamente, muy distante, la azotea roja de un chalet; y su ventana, bajo el triángulo de tejas, fulguraba como una planchuela de oro. El sol se dilató; era una gran ascua redonda que perforaba la cinta de bruma azul. Un gajo de arbusto seco, sobre la llanura, cruzó por el disco como un arabesco de tinta.
La casa del Gobernador tenía, á la verdad, una apariencia muy alegre: las paredes estaban cubiertas con una especie de estuco con innumerables fragmentos de vidrio, de modo que cuando el sol alumbraba oblicuamente el edificio, brillaba y fulguraba como si sobre él se hubieran arrojado diamantes á manos llenas, lo que le hacía parecer más propio para el palacio de Aladino, que para mansión de un viejo y grave jefe puritano.
La faz de Sarrió cambiará radicalmente, ¿sabes? El ademán misterioso, el tono grave y conmovido de la voz, la esperanza del triunfo que fulguraba en sus ojos al decir esto, ya sorprendió más que medianamente a Gonzalo. No se atrevió, sin embargo, a pedir explicaciones. Su futuro suegro le dejó marchar dirigiéndole una mirada risueña y abstraída.
Palabra del Dia
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