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Actualizado: 25 de junio de 2025
Apenas entramos al cementerio, echamos los cerrojos de sus pórticos, para que los famélicos lobos innumerables quedasen al otro lado. Sus aullidos formaban un trueno infinito. Tuvimos que echar a vuelo todas las campanas del cementerio, las colosales campanas de bronce del cementerio, para cubrir el trueno de sus aullidos.
El año de la Restauración, ya había duplicado Torquemada la pella con que 13 cogió la gloriosa, y el radical cambio político proporcionóle bonitos préstamos y anticipos. Situación nueva, nóminas frescas, pagas saneadas, negocio limpio. Los gobernadores flamantes que tenían que hacerse ropa, los funcionarios diversos que salían de la obscuridad, famélicos, le hicieron un buen Agosto.
El abuelo no le hablaba jamás. El niño, entretanto, vagando por el caserón, miraba por los vidrios a los muchachos que jugaban en la plazuela, subía a la estancia de labor en el último piso de la torre, o bajaba a la cuadra de los pajes, en el corral, para llevarles algunas golosinas que apartaba de sus propias colaciones. Ellos, al verle aparecer, salían a las puertas, sonrientes y famélicos.
Hícelo con atención y vi que los dos tenían muy distinto pelaje del acostumbrado y corriente entre los aldeanos de aquellas comarcas: ofrecían todo el aspecto de los vagabundos famélicos de las ciudades; ambos llevaban la barba gris a medio crecer, y el ropaje obscuro y mugriento, con muy pocas señales de camisa.
El, entretanto, iba a su trabajo con la tranquilidad del hombre que todo lo espera de su propia iniciativa y no de una vuelta de dados, sólo con el cuidado del que lleva un pedazo de pan y trata de defenderlo de los canes famélicos que le siguen.
Palabra del Dia
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