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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Cierto que esta devolución era para ella un trance doloroso, algo como la separación de un hijo que se va a la guerra a que le maten, pues aquel guano, entregado a su dueño, pronto se perdería en el desorden y los vicios.
Al sonar el reloj, levanta el dueño los reales de la chimenea, dice á todo el mundo: «vámonos á dormir,» y entre tanto él sale á un terrado al cual dan varias puertas, y empuja por la parte de afuera para probar si los muchachos han cerrado bien.
El dueño del tenducho de las Cambroneras pareció apiadarse de su miseria, aceptando todas las promesas de pronto pago. La inclemencia del tiempo ablandaba al tendero, y el joven logró subir con dos panes, una botella de vino, queso y una lata de sardinas. Fiesta completa. Después de comer, sintió un renacimiento de su amor a la vida.
La 1.ª de 100 animales, de Salta á Tucuman; la 2.ª de 130, de Tucuman á los arroyos de Buenos Aires; y la 3.ª de 84, de los arroyos á la capital. La segunda de estas mudas suele ser propiedad del tropero, y cuesta á su dueño 910 pesos, á razón de 7 pesos cada buey: cuyo interes, al 1-1/2 por ciento al mes, suman en cada año 163 6
Yo soy de la opinión del raquero: su destino, como escobón de barrendero, es apropiarse cuanto no tenga dueño conocido: si alguna vez se extralimita hasta lo dudoso, ó se apropia lo del vecino, razones habrá que le disculpen; y sobre todo, una golondrina no hace verano. El raquero de pura raza nace, precisamente, en la calle Alta ó en la de la Mar.
Prueba evidente, que no tardaron mucho tiempo algunos príncipes en ver cuál era el que podia ser dueño de joya de tan inestimable valor.
Que con el aretín, que con el aretón. Tuyo, tuyo, dueño mío, que mi padre lo mandó, porque vayas a la boda de mi hermana la mayor. Que con el aretín, que con el aretón. Viva tu padre mil años, que caballos tengo yo. ¿De quién es aquel trabuco que en aquel clavo colgó? Que con el aretín, que con el aretón.
Era la mula asombradiza, y al tomarla del freno se espantó de manera que, alzándose en los pies, dio con su dueño por las ancas en el suelo.
Pero el pellejo está muy arrugado de viejo, y de desnudo de carne, y es grossero como su dueño: y la sangre tostada de la Melancholía de mi fortuna. Condiciones no a propósito para esa indisposicion.
Y si la decía, como era cierto, que él, desesperado, conocía que las obligaciones en que se había puesto con Margarita no habían sido parte para vencer en su alma aquel entrañable y violento amor que ya era dueño de su alma cuando a Margarita conoció, y que sólo la locura de sus turbulentos deseos había podido ponerle en obligaciones de honra paca con ella, ocasión daría a doña Guiomar para que le despreciase y se sintiese avergonzada por aquel su amor, tan mal empleado en un indigno sujeto.
Palabra del Dia
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