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Actualizado: 19 de junio de 2025
Pero el valeroso Doroteo despreciaba estas invenciones de la malevolencia. ¡Qué hombre ilustre carece de envidiosos! Había perdido su timidez de los primeros tiempos de la revolución, cuando rondaba en torno de los caudillos principales como un oficial de lealtad perruna, siempre dispuesto á encargarse de las misiones peligrosas.
Así la vió Doroteo durante diez años, como si fuese una criatura insensible al tiempo, y así la hubiese visto siempre. Pero un día se dió cuenta de que empezaba á disgregarse su armonía corporal, como si las tres sangres que existían en ella se hubiesen cansado de permanecer revueltas, aislándose, para asomar cada una por separado á la superficie.
Cuando Doroteo llegó á general, sus envidiosos atribuyeron toda la carrera del héroe á la influencia de Guadalupe. «No es que sea menos valiente que los demás decían ; pero á causa de su compañera, los de arriba se fijan en sus acciones, que, realizadas por otros, quedarían ignoradas.»
Todo cuanto hiciese se lo tolerarían los gobernantes. Firmemente asegurado en su situación, no temía á Dios ni á los hombres. Únicamente una persona le infundía miedo: su mujer. Cuando el capataz Doroteo dejó de trabajar para irse con los revolucionarios, Guadalupe no dudó un momento en seguirle. Un mejicano debe ir á todas partes con su mujer, hasta á la guerra.
Cuando asesinaron á Carranza, el heroico Doroteo se encontró en excelentes relaciones con los vencedores y tan comandante de operaciones como en el gobierno anterior. Pero ¡ay! su alto cargo tal vez iba á quedar anulado por innecesario. Los diversos partidos que infestaban el país de insurrectos en armas parecían haber ajustado una tregua junto al cadáver de Carranza.
Palabra del Dia
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