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Según yo lo esperaba, por antecedentes que tenía adquiridos de mi padre, todo el caudal de mi tío, para un hombre de su modo de vivir, era muy considerable; pero para un Ruiz de Bejos de mis usos y costumbres, ya era cosa muy diferente: mejor dicho, aquel caudal, disfrutado en Tablanca como le disfrutaba mi tío, era una verdadera riqueza; viviendo como yo vivía en Madrid, sin ser manirroto ni mucho menos, me le hubiera comido en pocos años.

Por manera que el insigne D. Pedro trocó por un año de vida los siglos de popularidad que ha disfrutado, y disfrutará todavía muchísimo tiempo, la memoria del pobre D. Francisco, y el alto honor de figurar en el mencionado cuadro de Gisbert. Conque volvamos á la Casa de las Conchas.

Puesto que a la cara del mundo no le puedo decir que soy su padre, ¿a qué inquietar su inocencia con el descubrimiento de una pérfida acción que cometí?... Quiero que mi memoria le acompañe dulce y serena, como la vida que ha disfrutado junto a .

Acudieron de golpe a su imaginación las impresiones de los seis meses de vida campestre; sintió algo parecido a la nostalgia, deseos vehementes de renovar los sencillos placeres que había disfrutado y anhelo de ver a Rosa. ¡Pobre Rosa!

Salimos para París sin grandes deseos por parte de Gloria. Mas a los tres o cuatro días de hallarnos allá, y después de haber disfrutado de su maravillosa animación, me pedía ya que nos volviésemos a España.

Los primorosos objetos, que en los salones había, eran para espantar por su riqueza y exquisito gusto, no ya a la lavanderilla, que poco de esto había disfrutado, sino a la mismísima reina Victoria, que hubiera confesado la relativa inferioridad de la industria inglesa, y hubiera dado patentes y medallas a los inventores y fabricantes de todos aquellos artículos.

Tal vez ni siquiera pueda reivindicar en mi favor el haber disfrutado de la familiaridad que podía existir entre una niña de seis años y un joven de veintiuno. Creo que no era muy amigo de los niños. Sin embargo, conocí muy bien a su madre, pues cuando ella le llevó a San Francisco era yo editor de El Alud en Fiddletown.

Al contrario, sus resbaladizos forros las separan, aléjanlas la una de la otra. Se desvían á su pesar y despréndense por aquel obstáculo desesperante. En medio de un acorde tan grande, diríase que macho y hembra se combaten. Hay balleneros que pretenden haber disfrutado de este espectáculo único.

gracias á Dios que nos volvia á reunir por medio de tantas pruebas, y encargué á mi vieja que cuidase de vm., y me le traxese luego que fuese posible. Ha desempeñado muy bien mi encargo, y he disfrutado el imponderable gusto de volver á ver á vm., de oírle, y de hablarle. Sin duda que debe tener una hambre canina, yo tambien, tengo buenas ganas, con que cenemos ántes de otra cosa.

Y el libro ha salido triunfante de la prueba. Yo soy quien me quedo con el sentimiento de no haberle disfrutado con fruición espontánea y sincera, sin pensar ni en la crítica ni en el público, dejándome llevar sólo por la magia del relato y por las dulces memorias que en mi espíritu evocaba. ¡Duro e impertinente oficio el del que intenta razonar su propia impresión y la impresión ajena, para ahuecar luego la voz y decir solemnemente al público lo que mucho mejor sienten y mucho mejor expresaran, si tal expresión cupiese en palabras, los críticos que no escriben, los espíritus delicados y rectos a quienes no aqueja la comezón de hacer confidente suyo al público, y que por lo mismo rinden al autor, a quien admiran con admiración silenciosa, tributo más de agradecer que el de vanos artículos encomiásticos!