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Actualizado: 25 de junio de 2025
Pasó la joven al despacho, y allí, sola con el médico, no pudiendo contener la pena que se desbordaba de su corazón, rompió a llorar. Recibiola con mucha bondad Augusto, la hizo sentar, preguntole mil cosas; pero ella, acongojada, no podía decir más que esto, que repitió tres veces: «Dame de comer y no me toques».
Fuentes, animado por aquellas risas, se desbordaba en paradojas, en frases ingeniosas y sutiles, cayendo a ojos vistas en el amaneramiento. Le pasaba lo que a los grandes actores demasiado aplaudidos. No sabía contenerse a tiempo y entraba al fin en el terreno de la extravagancia. De aquí a lo insulso no hay más que un paso, y Fuentes lo daba con frecuencia.
En aquella excursión por el campo instructivo de la industria, su generoso corazón se desbordaba en sentimientos filantrópicos, y su claro juicio sabía mirar cara a cara los problemas sociales. «No puedes figurarte decía a su marido, al salir de un taller , cuánta lástima me dan esas infelices muchachas que están aquí ganando un triste jornal, con el cual no sacan ni para vestirse.
No pudiendo tener bandera ni hombres de armas, tuvieron frailes y monjas con su guión y su cruz. Con los hombres de armas se rebelaban contra el rey, y oprimían al pueblo en la Edad Media. En el siglo XVII sofocaban al trono rodeándole de frailes, y con esos mismos frailes embrutecían al pueblo. Duraba el privilegio, crecía, se desbordaba.
Ahora, vete, vete. La india salió, con el cuaderno bajo el brazo, la cara de bronce inundada de lágrimas y mocos, que ella limpiaba a lengüetadas, mientras bajaba la escalera; Quilito, en la ventana, la miraba. Este incidente le había conmovido; bien es verdad, que su corazón desbordaba de amargura en aquel momento supremo.
La ira se le desbordaba, y para contenerla volvió a la alcoba. Su mente acalorada revolvía estas ideas: «Salió lo que yo me temía... Si lo dije, si esta mujer nos había de dar al fin un disgusto... ¡Ay, qué ojo tengo! A mí no me entraba, no me entraba; y siempre lo dije: 'ni con Micaelas ni sin Micaelas, podremos hacer de una mujer mala una esposa decente'. Ahí está, ahí está, ahí la tienen.
Ninguna noche se había visto tan lleno el fumadero. Los sirvientes corrían azorados, no sabiendo adónde acudir entre tantos y tan contradictorios llamamientos. Sonaban frecuentemente estallidos de tapones. El champán desbordaba de las copas, corriendo sobre las mesas en raudales espumosos.
Palabra del Dia
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