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Actualizado: 3 de junio de 2025


Nadie hubiera podido criticar sus salones por lo chillón y lo dorado de los adornos, pero hubiera habido en ellos algo de trivial y sin carácter propio, si la mencionada dama, o por reflexión o por instinto, no hubiera acudido a ponerles un sello de originalidad peregrina, un tinte marcado de distinción semi-aristocrática, semi-americana.

El Ejército, por su parte, ha demostrado hasta la saciedad que no tiene superior en el mundo; y si sufridos, heroicos é incansables son los soldados, brillante y digna de encomio es la oficialidad. Pero yo no he venido á Oriente para fungir de monigote y por lo tanto paréceme oportuno echar á un lado el incensario, para entregarme á la inefable tarea de criticar. ¿A quién, á quiénes? ¡Qué yo!

Pero el discípulo de Deusto temía aparecer vencido á los ojos de Pepita, é interrumpía al doctor con exclamaciones burlonas ó con gestos escandalizados. «Está loco: este hombre está locoAprovechando una pausa de Aresti, colocó la objeción que tenía preparada. Criticar era fácil. Pero ya que el doctor encontraba tan defectuosa la moral cristiana, debía decir cuál era la suya.

Quisiera que me mostraseis un joven más apuesto que maese Godfrey; un joven más robusto o que tuviera mejor cara que él cuando está despierto y de buen humor. ¡Bah! dijo el señor Macey, provocando a criticar con más severidad . Todavía no ha tomado su verdadero color; está más o menos como un pastel cocido a medias.

Por esta razón no debemos criticar al poeta porque sólo pintó los caracteres con rasgos generales, y porque debilita el interés de la acción en diversas situaciones, sin otro vínculo que las una sino el de su relación más ó menos directa con la suerte de Numancia.

Además, el destruir es cosa muy triste cuando no se tiene nada con que reemplazar lo destruido: «hazlo mejor» se dice al que solo sabe criticar.................................................... ......................................................................

Tal vez logre el Sr. Menéndez, cuando hable de Juan del Encina, á quien califica del mayor poeta en aquel período y de D. Pedro Manuel de Urrea, que sobresale entre los aragoneses, infundirnos, al analizar y criticar sus obras, un concepto más elevado de nuestra inspiración poética de entonces.

Mientras la Delfina y Severiana hablaban, Fortunata, que continuaba sentada, examinó con curiosidad a la esposa de aquel, fijándose detenidamente en el traje, en el abrigo, en el sombrero... No le parecía propio venir de sombrero; pero por lo demás, no había nada que criticar. El abrigo era perfecto. La de Rubín hizo propósito de encargarse el suyo exactamente igual.

Antes de criticar este libro, mal o bien según mis fuerzas lo permitan, pero sin prevención adversa, debo y quiero hacer dos observaciones.

Palabra del Dia

rigoleto

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