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El más o el menos en las pretensiones dividía los partidos, pero no ideas antagonistas en el fondo. ¿Y qué otra cosa había de suceder en un pueblo que sólo en catorce años había escarmentado a la Inglaterra, correteado la mitad del continente, equipado diez ejércitos, dado cien batallas campales, vencido en todas partes, mezcládose en todos los acontecimientos, violado todas las tradiciones, ensayado todas las teorías, aventurádolo todo y salido bien en todo, que vivía, se enriquecía, se civilizaba? ¿Qué había de suceder cuando las teorías de gobierno, la fe política que le había dado la Europa estaba plagada de errores, de teorías absurdas y engañosas, de malos principios, porque sus políticos no tenían obligación de saber más que los grandes hombres de la Europa, que hasta entonces no sabían nada en materia de organización política? Este es un hecho grave que quiero hacer notar. Hoy los estudios sobre las constituciones, las razas, las creencias, la historia, en fin, han hecho vulgares ciertos conocimientos prácticos que nos aleccionan contra el brillo de las teorías concebidas

Tras él, una capuera de dos años se empenachaba de tabaco salvaje. El viejo alazán, que en su juventud había correteado capueras hasta vivir perdido seis meses en ellas, dirigió la marcha, y en media hora los tabacos inmediatos quedaron desnudos de hojas hasta donde alcanza un pescuezo de caballo.

La curiosidad hizo al tío Frasquito perder la cabeza, y por querer fiscalizarlo todo a un tiempo, ni vio a Bellak, la cabra blanca, cruzar como una flecha el rústico puentecillo, ni a Dinorah caer en el fondo del barranco, ni a Höel precipitarse desesperado en su auxilio, ni a Currita que ceñuda y apretando con inexplicable rabia las varillas del abanico, decía a Butrón muy por lo bajo: ¿A Jacobo?... ¿Acaso le veré yo esta noche?... Ya ha correteado todos los palcos y todavía no me ha dirigido un saludo.

¡Qué hermoso! exclamó dando con el codo al millonario y mostrándole sus fundiciones. ¡Y pensar que de pequeño has correteado entre los chicos de Olaveaga! Debes estar satisfecho de tu obra. ¿Hay alguien más feliz que ?... Sánchez Morueta miró un instante á su primo, con inquietud, como si temiera que se burlase. Después añadió con voz lenta: , no estoy descontento de la suerte.