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Actualizado: 4 de junio de 2025
Sentíase demasiado fuerte para que aquella herida fuese grave. ¡A ver!... agua, trapos, hilas, la botella de árnica que Teresa guardaba como milagroso remedio en su estudi... ¡moverse! el caso no era para estar todos mirándole con la boca abierta.
Para tomar un verdadero conocimiento de todo esto, es menester distintas experiencias que la gravedad del caso lo pide: pues no debemos deferir á la relacion de una precipitada y obscura tentative, que por muchas razones puede engañarnos.
Marquesa ó cursi, ama ó criada, éste es el uniforme del amor á semejante hora, lo cual sirve luego para echarse el muerto recíprocamente la señorita á la doncella y la doncella á la señorita, en caso de delación. La capa y el hongo del galán contribuyen al equívoco, pues todas las capas y todos los hongos son iguales á media noche.
Por el bienestar de ésta velarían las leyes, «sin empecer la acción y facultades conferidas a un rancio solariego de los contornos, nombrado tutor de la pequeña y asistido del derecho de retrotraer para la misma el legado de don Manuel en caso de que doña Rebeca no cumpliese las condiciones impuestas por el testador....»
Entre todos estos amigos y conocidos había repartido treinta o cuarenta entradas de galería y paraíso que Tristán le había entregado para el caso.
Cuando a la señora Angustias se le murió su esposo, el señor Juan Gallardo, acreditado remendón establecido en un portal del barrio de la Feria, lloró con el desconsuelo propio del caso; pero al mismo tiempo, en el fondo de su ánimo latía la satisfacción del que reposa tras larga marcha, librándose de un peso abrumador. ¡Probesito de mi arma!
Madrid a 18 de Mayo de 1648. Hasta pasados cinco meses no hizo caso el Bureo: por fin, en Octubre del mismo año cumplió el decreto. Hallábase entonces preparada para salir de Madrid la numerosísima embajada que presidida por el Duque de Nájera y escoltada por veinticuatro soldados de la guardia española, había de recoger en Trento a la Archiduquesa doña Mariana de Austria, futura esposa del Rey.
Le había visto al salir de misa y subiendo a la Glorieta, y en la Glorieta misma, arrimado a la sevillana, y en gran intimidad con ella algunas veces. ¡El grandísimo pazguato que jamás tuvo dos palabras al caso para pagarla las muchas con que ella le había buscado la lengua en más de cuatro ocasiones!
Caso raro es que no se haya podido afirmar durante mucho tiempo quién sea el autor de libro tan famoso.
El mismo Pascual, á mediados de este año de 1773, hablando con Gregorio Solis, vecino de esta plaza, le contó la serie de señales que he dicho, mostrandole desde su casa el sitio donde las ponen, y añadió, como que le consultaba, ¿qué prémio le pareceria que le daria nuestro Rey, en el caso de descubrir el camino de la ciudad?
Palabra del Dia
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