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Otra costumbre hay en Paris y en toda la Francia en general que no dudamos calificar de bárbara y cruel: nos referimos á la ceremonia de acompañar al cementerio el mas próximo pariente del finado.

Cesarina parece estar en su elemento, simpatizando con las gentes de este país, que son buenas y sencillas; nos colman de atenciones, que verdaderamente puedo calificar de amistosas. Felicítome mucho todos los días por este casamiento, que tantos disgustos me ha costado figurándome que había dificultades de verdadera monta para realizarlo.

Al mismo tiempo no se ocultó para decir en confianza por el pueblo lo que en el Molino ocurría: las entrevistas de Andrés con su sobrina, de las cuales sacaba partido para calificar a aquel de disoluto y a su hermano de necio; la presunción de la chica desde que un señorito la requebraba; la fingida oposición del padre, etc., todo adobado con la baba del odio y el despecho.

EL siglo XIX pasó ya, y nos hallamos en el XX, de lo que debemos alegrarnos por haber pasado también la manía, que cundió entre los escritores, por todas partes y durante muchos años, de calificar de fin de siglo las bellaquerías y maldades.

Creo que se sufre un gravísimo error en calificar á los Franceses en general como un pueblo ligero, petulante, novelero y aún vicioso; calificacion que, fundándose solo en la observacion de las clases aristocráticas de mala ley y de las que pertenecen á lo que en Francia se llama el medio mundo, manifiesta una profunda ignorancia respecto de la vida social fuera de Paris, y aún en Paris, en las esferas sanas de la sociedad francesa.

Tal manera de considerar los sucesos se avenía bien con el carácter de D. Fadrique, corroborando su desdén hacia las menudencias, y su prurito de calificar de menudencias lo que para los más de los hombres es importante en grado sumo, y transformando su propensión á la alegría y á la risa en serenidad olímpica, digna de los inmortales. En su moral no dejaba de ser severo.

Sin embargo, antes de calificar de fea a una mujer, la mira y remira despacito, madurando mucho la opinión, pues sabe que aun las menos favorecidas de la Naturaleza se hacen a veces deseables, como acontece verse las almas empecatadas súbitamente favorecidas por la gracia divina.

Toda la composición es flores y colorido, y á pesar de la tempestad, que en ella reina, la seductora catástrofe nos sonríe como grata y lejana canción pastorilNi Amor se libra de amor. Nos ofrece el lindo cuento de Amor y Psiquis, de Apuleyo, de una manera tan superior, que es preciso calificar este drama entre los primeros y más bellos de las obras de la misma clase de Calderón.

Es más importante de lo que se cree señalar claramente las faltas del estilo de Calderón, porque su novedad y extrañeza, y las cualidades brillantes de este mismo estilo pueden engañar á algunos, é inducirlos á calificar como bellezas sus defectos.

No se equivoca un inteligente como él al calificar una obra maestra. Sucede con la mujer lo que con las plantas. Mientras dura el invierno, todas nos parecen iguales; son troncos inertes; viene la savia de la primavera, las cubre de botones, de hojas, de flores, y entonces las admiramos. Pocos meses bastan para trasformar al arbusto y a la mujer.