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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Por el centro del paseo circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y, siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en el pescante deletreando El Cencerro.
La correspondencia entre ella y su antigua discípula se había ido acabando poco a poco, pues la una temía preguntar y la otra responder. Pronto la pluma se había caído de los dedos helados de la condesita, y el silencio se había producido.
Y en cuanto a la belleza lógica del mundo, te respondo que me atraen más las obras del hombre que las de la Naturaleza. Me gusta más una góndola que un tiburón, y si me apuras, admiro más un cacharro de Talavera que el Himalaya. En la Naturaleza, transijo mejor con lo caprichoso y absurdo, o que tal parece. Una jirafa me divierte más que el terreno terciario. Has caído en contradicción.
Reyles y en mí hay personalidad y fondo propio, que escribiremos novelas muy diferentes por todos estilos de las antiguas, muy de nuestro siglo y mucho más nuestras que imitando las francesas o las rusas. La imitación de lo antiguo es, por otra parte, mil veces más segura. Lo tonto, lo disparatado, y lo vulgar, todo ha caído en olvido o en descrédito.
Apenas si podía comenzar a recoger sus energías para considerar el doloroso suceso que había caído como un rayo sobre la plenitud de su dicha.
Nieves no se hizo esperar mucho; y cuando apareció a la puerta del comedor poniéndose los guantes y con el sombrerillo algo caído sobre los ojos, muy ajustadito el talle y con un clavel en la boca, su padre la vio un instante con el mismo ojo suspicaz y alarmista que en la memorable ocasión de presentársele en Sevilla, recién vestida para ir a retratarse.
Aunque de lodo te cubran la cabeza Yo siempre con orgullo pronunciaré tu nombre, Diré que con tus hechos ganaste un gran renombre Que oscurecer no pueden mil siglos de baldon. ¡Ah! vuélvante la espalda degenerados hijos: Yo inclinaré mi frente ante tu altar caído, Y besaré la orla del manto carcomido, Llorando tus desdichas, cantando tu esplendor.
Dorrego, más tarde, encontró que el Comandante de Campaña, que había estado haciendo bambolear la Presidencia y tan poderosamente había contribuído a derrocarla, era una palanca aplicada constantemente al Gobierno, y que, caído Rivadavia y puesto en su lugar a Dorrego, la palanca continuaba su trabajo de desquiciamiento.
Un día, al volver de la Universidad, el joven encontró la casa en plena revolución. La señora estaba en la cama, con los ojos cerrados, la frente envuelta en lienzos que exhalaban un olor fuerte, la boca lívida, entreabierta por un ronquido doloroso. Había caído al suelo de repente, herida por el rayo de la congestión.
Un día, en que instaba vivamente á Nicea á que accediese á sus deseos, se oyen gritos y lamentos, exhalados por un caballero, que es derribado del caballo delante de la casa. Traen á esta al caído privado de la razón, y los dueños de ella lo asisten con el mayor esmero.
Palabra del Dia
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