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Actualizado: 18 de junio de 2025


Era inútil resistir en el mar a aquel enemigo que andaba con humo y escupía balas. ¡A tierra, y que fuese lo que Dios quisiera! Estábamos frente a Torresalinas. Todos éramos de aquí y contábamos con los amigos. El cañonero, viéndonos con rumbo a tierra, no disparó más. Nos tenía cogidos, y seguro de su triunfo ya no extremaba la marcha.

Al siguiente día fueron conducidos los prisioneros á "La Sigua", pequeña ensenada distante unas treinta millas náuticas de Santiago de Cuba, donde ya esperaba el cañonero Baire, cuyo comandante, el señor Alberto de Carricarte, se hizo cargo de ellos, para su conducción á Santiago.

No es que nos alcanzaban, no señor. ¡Bueno es El Socarrao para dejarse atrapar teniendo viento! Navegábamos como un delfín, con el casco inclinado y las olas lamiendo la cubierta; pero en el cañonero apretaban las máquinas y cada vez veíamos más grande al barco, aunque no por esto perdíamos mucha distancia. ¡Ah! ¡Si hubiéramos estado á media tarde!

La gente que estaba en esta playa no tardó en vernos, y la noticia circuló por todo el pueblo. ¡El Socarrao venía perseguido por un cañonero! Había que ver lo que ocurrió. Una verdadera revolución: créame usted, caballero. Medio pueblo era pariente nuestro, y los demás comían más o menos directamente del negocio. Esta playa parecía un hormiguero.

Barrett, ex-Secretario de la embajada americana del Reino de Siam, según propio decir del mismo, nos dirijimos en una lancha americana á un puerto de Chinese Kowloon, donde se hallaba aquel cañonero. Mr. Barrett en el acto de la despedida, ofreció visitarme en Filipinas, cumpliendo más tarde su promesa en Cavite y Malolos.

En la madrugada habíamos salido de Orán, y á mediodía, estando á la altura de Cartagena, vimos en el horizonte una nubecilla negra, y al poco rato un vapor que todos conocimos. Era el cañonero de Alicante. Soplaba buen viento. Íbamos en popa con toda la gran vela de frente y el foque tendido. Pero con estas invenciones de los hombres, la vela ya no es nada, y el buen marinero aun vale menos.

El calado de este río varía mucho en cada época y por la influencia ejercida según la cantidad de aguas que en él viertan las lagunas, pudiendo citar como ejemplo, el hecho que el señor Vidal cita en su Memoria sobre el ramo de montes, de haber visitado dicho río en un trayecto de 163 kilómetros, embarcado en un cañonero de guerra, cuyo calado medio era de seis piés.

El patrón cambió el rumbo. Estábamos frente á Torresalinas. Todos éramos de aquí y contábamos con los amigos. El cañonero, viéndonos con rumbo á tierra, no disparó más. Nos tenía cogidos, y seguro de su triunfo, ya no extremaba la marcha. La gente que estaba en esta playa no tardó en vernos, y la noticia circuló por todo el pueblo. ¡El Socarrao venía perseguido por un cañonero!

Palabra del Dia

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