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Actualizado: 27 de junio de 2025


El otro era evidentemente su escudero, sin más armas ofensivas ni defensivas que su yelmo y la poderosa lanza de su señor, que empuñaba con la diestra mano. En la izquierda, además de las riendas de su propia montura, tenía también la brida de un soberbio alazán con lujosos paramentos que le llegaban hasta los corvejones.

Y no a horcajadas, porque esto no lo consentía su decoro y su estética natural e inconsciente, sino sentada, lo cual es más difícil; hacía trotar y galopar a la bestia, espoleándola con los talones o azotándola con el extremo del ronzal o de la jáquima, cuando la tenía y no iba a pelo, sin brida ni rienda de ninguna clase.

Y sobre todo tan bien educada, tía... ayer decía su madre refiriéndose a ella: Mi hija tiene un excelente carácter; verdad es que ni su padre ni yo la contrariamos nunca... es un caballito desbocado... cuando se abandona la brida nada la contiene.

Dejaréis veinte hombres aquí, en el sendero que parte de la cañada, y regresaréis apresuradamente á este mismo lugar después de vuestro rápido ataque. ¿Qué proyectáis, Morel? Después lo veréis. Roger, me seguirás llevando por la brida un caballo de repuesto.

Sin citar los catalogados como tales en Londres, París y Viena, de los cuales dos o tres parecen suyos, hay uno en la Biblioteca Nacional de Madrid, que representa, visto de espaldas, un page que pudiera ser el que en Las Lanzas tiene por la brida el caballo de Spinola, y otro de un hombre con capa en la Academia de San Fernando.

Por estas y otras niñerías estuvo preso, y rigores de justicia, de que hombre no se puede defender, le sacaron por las calles. En lo que toca de medio abajo tratáronle aquellos señores regaladamente. Iba a la brida en bestia segura y de buen paso, con mesura y buen día. Mas de medio arriba, etcétera, que no hay más que decir para quien sabe lo que hace un pintor de suela en unas costillas.

A él le refrenaban, y con una mano tan delicada, que no sentía el tirón de la brida. Los salones más distinguidos le abrieron sus puertas de par en par; toda aristocracia es naturalmente francmasónica, y un duque, por tonterías que haya cometido, tiene derechos imprescindibles a la indulgencia de sus iguales.

Entremos un poco en casa de Cuny; a Catalina y a Luisa no sentará mal tomar un trago, ni a los otros tampoco; así cobrarán ánimo. ¡Arre, Bruno! Marcos cogió al caballo de la brida... Se acababa de colocar en el trineo a dos hombres heridos.

El miserable miraba siempre a la monja, repitiendo con admiración: «¡Qué hermosa es! ¡qué hermosa esPor fin, la voz chillona del alcalde vino a sacarle de su éxtasis, tanto más fácilmente cuanto que la monja había abandonado el palco apoyada del brazo de la superiora, y que dos alguaciles habían sujetado la brida de su caballo, a lo que él no opuso resistencia alguna.

Volví la brida y partimos al galope. Mientras corríamos trataba de explicarme aquella inesperada fantasía, que no dejaba de parecerme un poco premeditada. Supuse que el tiempo y la reflexión habrían podido atenuar en el espíritu de la señorita Margarita la primera impresión de las calumnias que me habían levantado.

Palabra del Dia

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