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Actualizado: 1 de junio de 2025
Regla quinta: Para creer los hechos contingentes no solo es necesario que sean verosímiles y probados por testigos, base de atender tambien la calidad de los que atestiguan, y la grandeza, ó pequeñez del hecho antes de dar el asenso.
Le falta además al asenso la condicion de irresistible; porque desde el momento en que nos convencemos de que hay ilusion, el asenso deja de existir. No es universal el asenso pues no le tienen los filósofos. No es indispensable para satisfacer alguna necesidad de la vida; y por consiguiente no tiene ninguna de las condiciones arriba señaladas.
Del mismo modo pensaria en otros árboles, y de ninguno lo afirmaria con asenso hasta llegar al almendro. De otro modo le sucede á Ticio, que, paseando con serenidad de ánimo, ve á Crisias su mayor enemigo, que quiso tal vez en otro tiempo quitarle la vida, y la fama.
Esta relacion es dada á nuestro espíritu, en las proposiciones idénticas no necesitamos de ninguna prueba para el asenso.
Son pues, como lo hemos explicado, libres el asenso y disenso, que pertenecen al juicio; y como este asunto sea importantísimo, será bien declararse con algunos exemplos. Preséntase Ariston delante de un arbol ó de un jardin, y si tiene los ojos sanos y bien dispuestos, no puede dexar de ver aquellos objetos.
Representó el cabildo á S. S. Inocencio IV que no eran bastantes las rentas para mantener el número de dignidades y canónigos que habia, pidiéndole los redujese al que resultase correspondiente á sus facultades, y habiendo el pontífice dado comision para que con asenso del cabildo determinase dicho número, se resolvió que el de dignidades quedase como estaba, que los canonicatos se redujesen á veinte, y á veinte tambien las raciones; lo que confirmó S. S. por rescripto de 26 de junio de 1247.
Para el remedio que debe aplicarse, segun buena Lógica, á fin de llevar el entendimiento, en quanto sea posible, á la demostracion, y no entregarse á las opiniones, ademas de las máxîmas que hemos propuesto antes, será conveniente, que en qualquiera qüestion que se haya de tratar, se mire primero si hay principios y verdades fundamentales para resolverla, y si los hay, todo el cuidado se ha de poner en hallar la conformidad de lo que se busca con los principios, haciéndolo de raciocinio en raciocinio, como hemos explicado, tratando de las demostraciones: si no hay principios, ó no se han descubierto hasta ahora, es en vano buscar la certeza, y conviene entonces suspender el juicio y no dar asenso á lo que se concibe.
El instinto intelectual, nos obliga á dar á las ideas un valor objetivo; en este caso, se mezcla con las verdades de evidencia, y en el lenguaje ordinario se confunde con ella. Cuando el instinto intelectual versa sobre objetos no evidentes, y nos inclina al asenso, se llama sentido comun. La conciencia y el instinto intelectual, forman los demás criterios.
El de la conciencia es un hecho primitivo de nuestra naturaleza; en el de la evidencia se descubre la condicion indispensable para la existencia de la razon misma; en el del instinto intelectual, para objetivar las ideas, se halla una ley de la naturaleza, indispensable tambien para la existencia de la razon; en el del sentido comun, propiamente dicho, hay el asenso instintivo á verdades, que luego examinadas, se nos presentan altamente razonables; en el de los sentidos y de la autoridad humana, se encuentra lo que en los demás casos del sentido comun, y es un medio para satisfacer las necesidades de la vida sensitiva, intelectual y moral.
La verdad es la conformidad del entendimiento con la cosa. La certeza es un firme asenso á una verdad, real ó aparente. La certeza no es la verdad, pero necesita al menos la ilusion de la verdad. Podemos estar ciertos de una cosa falsa; mas no lo estaríamos, sino la creyésemos verdadera.
Palabra del Dia
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