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¡Calculen ustedes lo hermosa que hubiera lucido la primera página de La Prensa, con títulos como estos: El tren Central atacado por Estenoz. Heróica defensa de los pasajeros. Nuestro querido compañero Fulanito de Tal, fué la estrella de la jornada, y á su buena puntería y control con hombres en bases se debió la victoria.... Ya no desembarcarán los americanos. Presentación de Ivonet.

A veces ha necesitado gritar muy fuerte para ser oída en Europa, y sólo así, los americanos han largado la presa de que perentoriamente, con el derecho del león, se habían apoderado, saltando sobre el tratado Clayton-Bulwer mismo.

En aquella ocasión no desembarcaron en Cuba soldados americanos gracias á la digna y enérgica actitud del capitán York, que se opuso á ello resueltamente.

Pero se repuso inmediatamente de esta impresión de desagrado. All right! Usted me enseñará el español y yo le perfeccionaré en el inglés. Se adivina que lo aprendió en Londres. Los americanos lo hablamos mejor; eso lo sabe todo el mundo.

Si han hablado con algunos filipinos honrados, estos no se han expansionado por miedo de que los americanos les perjudiquen, como era frecuente en tiempo de la dominacion española.

Hay cuadros, pagados muy caro, que no han tenido más mérito que el nombre del coleccionador. Ustedes se burlan de los americanos, continuó Harvey, porque somos espíritus sencillos; nos consideran ustedes casi como salvajes, que bailan cuando se les enseñan unas cuantas bolas de cristal pintado. Hay algo de verdad en ese juicio, pero nuestra sencillez pasará.

Y crean ustedes que los inventores del pan, del paño y de la cocción de los alimentos fueron más grandes y dignos de gloria que los autores de todas las maquinarias de nuestra época. En la formación de los países americanos insistió Zurita ocurre lo que en los grandes edificios que ahora se construyen.

Estos indígenas, los primeros habitantes del sud de Moxos, veianse, hácia esta parte, separados de los otros Americanos, por un centenar de leguas de bosques inundados en tiempo de lluvias, y enteramente inhabitables.

Se puede estar comprometido materialmente por malos negocios que conducen á la quiebra. Esto no tiene importancia para nosotros los americanos. El que cae, puede levantarse. Es el eterno movimiento de báscula del comercio y de la industria; la cuestión está en acabar en lo alto. Pero á lo que atribuímos una transcendencia enorme es á la integridad moral.

Los que quieren medrar salen del pueblo; allí no hay más ricos que los que heredan o hacen fortuna lejos de la soñolienta Vetusta. «Entre americanos, pasiegos y mayorazguetes fatuos, burdos y grotescos hubiera podido escoger, seguía pensando Ana. Que lo dijera don Frutos Redondo.... Pero además, ¿para qué engañarse a misma?