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Tras esto suelen poner en dudas sus esperanzas á los príncipes cuyos ánimos tienen ya penetrados, diciéndoles que tienen escogidos medios para conseguir sus intentos, y que tengan efecto sus pensamientos; pero cuando ya ellos han sacado su interés propio, considerando que la demasiada grandeza de aquel príncipe les pudiera ser algun dia de perjuicio y daño, alargan lo mas que pueden la práctica de aquel negocio, como hacen los abogados en los pleitos, y despues con destreza y maravilloso artificio, volviendo la hoja, deshacen y arruinan totalmente aquel negocio al cual ellos habian dado principio.

Recibidlo con agrado, i á los demás discípulos de los Apóstoles. Dios os guarde. En Jerusalen á cinco dias del mes de NizanCon esta carta apócrifa se alargan muchos escritores hasta referir otras patrañas i sucesos tan estraños, que por no manchar mi historia con la relacion de mas errores, locuras i desvaríos, paso en silencio.

El de la casa mira á su amigo con cierto aire de triunfo, y entrambos clavan los ávidos ojos en los pucheros, y entrambos alargan la diestra hacia ellos, y entrambos remojan el índice en la leche, aunque en distinto cacharro. Con igual uniformidad de movimientos retiran los brazos del arcón, míranse cara á cara y se chupan los respectivos dedos. ¡Güena está la leche! dice el de casa.

El Izarra presenta también motivos de fantasía para las imaginaciones vagabundas; en ese alto acantilado, paredón gigantesco, pizarroso, con vetas blancas, las hornacinas se abren como esperando una imagen; los balcones, ribeteados por liquenes verdes, se alargan en lo alto. Podría asomarse allí una ondina o una hada.

De tiempo en tiempo se detienen, y sobre las olas crestadas de espuma alargan sus varales, y los dientes de bruja que se abren al extremo desaparecen sepultos en el mar. El Caballero pasa por entre aquellas figuras que, asombradas, le reconocen. Son tres mendigos que en las noches de resaca catean por la playa buscando los tesoros de un naufragio.

Si al despertar hubiera percibido aquel estrépito incesante, habria dicho seguramente que me encontraba en una fábrica, entre el movimiento de muchas máquinas de vapor. Mis ideas se alargan con mi vista á través de ese laberinto de chimeneas y de torres, y se pierden con ellas sobre esa techumbre sin fin. Mi mujer y yo nos mirábamos sin cesar como dos bobos.