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Actualizado: 2 de mayo de 2025


A la marquesa le quedaba todavía un otoño muy agradable que explotar, si hubiera querido apurar las cosechas hasta la vendimia inclusive. Contaba aún con muchos, con muchísimos golosos; porque más varios que las estaciones de la vida son los gustos de los hombres viciosos y desarreglados.

Se diría que Goethe, cuya defensa hemos hecho y a quien no creemos malo, allá en los momentos de mayor severidad contra mismo, cuando más descontento se hallaba de su pensamiento y de su corazón, hundió en él la mirada aguda y escudriñadora, hizo cruel examen de conciencia y sacó de allí las malas pasiones, las iras, las envidias, las concupiscencias, los demás apetitos viciosos, las tempestades, los desórdenes y las otras negras tintas con que traza la figura moral de su héroe.

De la falange de los bohemios, que repito comprende la mayor parte de los escritores que han parecido de treinta o cuarenta años a esta parte, algunos, muy pocos por supuesto, han conseguido inmortalizarse con sus escritos; otros abandonando la literatura se han hecho personas formales y han entrado en la política o los negocios: éstos son los que mejor han librado; pero uno que otro, o más viciosos o más soberbios o menos aptos han persistido con extraña tenacidad en su vida aventurera y en sus costumbres abyectas que los han conducido rápidamente a un abismo de degradación.

Los pueblos libres de los alrededores se juntaron después, con los aztecas astutos a la cabeza, y les ganaron el gobierno a los chichimecas, que vivían ya descuidados y viciosos.

¡Qué viciosos sois! dice; ¡tan de mañana y ya al juego! ¡A ver, á ver! ¡Tonto! ¡arrastra con el tres de espadas! Y cierra su libro y se pone tambien á jugar. Se oyen gritos, resuenan golpes. Dos se han peleado en el vecino cuarto: un estudiante cojo muy picon y un infeliz recien llegado de provincias.

Matilde era la única que vivía en el país, casada con un muchacho más alto y fornido que rico, gran bebedor y jugador de bolos, que poseía los instintos groseros y viciosos de un labriego y los humos nobiliarios de un mayorazgo. Tenían ya siete hijos, y aunque Laura y Ángela les cedieran su parte de herencia, criábanlos más pobremente aún que D. Álvaro había criado á los suyos.

Palabra del Dia

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