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Bueno, eze Rechila ha ido máz allá, ha corrío hazta la provincia de Málaga; pero allí le zalío al encuentro una partía de vándalos de la cual era jefe uno de miz azcendiente, que ze llamaba zi mal no recuerdo... ezpere un poco... ze llamaba Matalaoza.

Vióse Roma cabeza del mundo, conocida entonces en tanta grandeza y gloria, que desvanecida con sus victorias y triunfos, se atribuyó el renombre de eterna; pero las armas de los Godos y Vandalos mostraron cuan breves fueron sus glorias, y cuan falso su atributo.

Afortunadamente, fueron conquistados por los godos y otros pueblos de nuestra raza, que les infundieron la dignidad de personas. No olvide usted, joven, que los vándalos fueron los abuelos de los prusianos actuales. De nuevo intentó hablar Argensola, pero su amigo le hizo un signo para que no interrumpiese al profesor.

Los vándalos y los hunos cubrieron la Europa de ignorancia destruyendo las obras de la civilizacion romana, que habia atesorado los progresos de la Grecia. Hay un género de vandalismo tambien en permitir que se hundan en el polvo los monumentos de una antigüedad respetable, las páginas de una historia viva y elocuente.

Producto de una de estas invasiones de vándalos con pañizuelo y calzón corto fue el entrar como aprendiz en la tienda de Las Tres Rosas un chicuelo, al que don Eugenio le fue tomando insensiblemente cierto afecto, sin duda porque recordando su pasado se contemplaba en él como en un espejo.

A España vinieron sucesivamente atlantes, iberos primitivos, proto-escitas, fenicios, celtas, griegos, cartagineses, romanos, godos, alanos, suevos, vándalos, judíos, árabes, sirios, persas, eslavos, berberiscos, normandos y hasta negros de más allá del Sahara. Sobre poco más ó menos, en los demás países ha sucedido lo mismo.

Vino á poco el mismo César á herirte de muerte; cuatro siglos despues, los vándalos, ese terrible azote enviado por la mano de Dios para regenerar la embrutecida Europa.

Cachucha entró precipitadamente en el pabellón seguido de un ejército de hombres, mujeres y niños. El perro, con ese delicado instinto propio de su raza, se acercó un poco más al niño, tendiéndose a sus pies, seguro de que había encontrado un buen defensor para librarse de aquella horda de vándalos que pedía su muerte. Señorito, no toque Vd. a ese perro, que está rabioso, exclamó Cachucha.

Has sido constante, leal, generoso y heróico, porque me has salvado del poder de aquellos vándalos que me martirizaban. Mereces mi corazón y mi mano. Ven, sígueme y no seas bobo, ni te creas inferior á porque estás vestido de pingos. Observó Migajas la deslumbradora apostura de la dama, el lujo con que vestía, y lleno de pena exclamó: Señora, ¿á dónde he de ir yo con esta facha?