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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Pulgada a pulgada creía conocer el antiguo escribiente la superficie de aquel asendereado cuerpo de su mujer, donde él daba friegas con fuerza y con delicadeza a un tiempo, según lo exigía la paciente, esparcía ungüento con justicia distributiva, amoroso tacto, pulcritud y suavidad; así como en la región del pecho, y en la espalda y sobre el hígado había pasado un pincel impregnado de yodo.
-Calla, amigo -respondió don Quijote-, que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hacerte; y, por agora, curémonos, que la oreja me duele más de lo que yo quisiera. Sacó Sancho de las alforjas hilas y ungüento.
28 Saeta no le hace huir; las piedras de honda se le tornan aristas. 29 Tiene toda arma por hojarascas, y del blandir de la pica se burla. 31 Hace hervir como una olla el mar profundo, y lo vuelve como una olla de ungüento. 32 En pos de sí hace resplandecer la senda, que parece que el mar es cano. 33 No hay sobre la tierra su semejante, hecho para nada temer.
El hombre rebuscaba en libros arábigos combinaciones de simples que Gulinar, la vieja morisca, iba a coger en el contorno; y Aixa lavaba y vendaba la herida con manos embalsamadas de amor. Un ungüento, traído de la China hasta Arabia por los soldados, y de Arabia hasta Occidente por los mercaderes, y que el moro aquel guardaba en precioso bote de marfil, operó el prodigio de su mejoramiento.
Con lo cual, y cierto ungüento que se da, refrescan y limpian sus cuerpos sin que se extrañe en Sevilla el irse á bañar unas y otras damas cuando no quieren ir disimuladas, por ser este uso en ellas de tiempo inmemorial.»
Palabra del Dia
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