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Al ver al Teniente, Surín, que le conocía personalmente, cayó de rodillas, pidiendo humildemente que se le perdonase la vida; y Arsenio Ortiz, que en aquel momento se sentía feliz y orgulloso con el triunfo alcanzado, perdonó.

Ortiz y sus valerosos guardias persiguieron á los fugitivos durante algún tiempo, y cuando regresaron al sitio de la acción, hallaron á Gregorio Surín que con seis de los suyos, se había rendido á un indivíduo llamado "Pancho" Jaba, que había servido de práctico á las tropas leales.

Este hombre, que fué uno de los más entusiastas propagandistas de las doctrinas del llamado "Partido Independiente de Color", recibió de manos de Estenoz, en pago de sus servicios á la causa negra, el diploma de Coronel de Estado Mayor, y provisto de este documento, marchaba con la partida del cabecilla Heredia, al ocurrir la sorpresa de Kentucky, que vamos á referir suscintamente, y sin más objeto que satisfacer á las numerosas personas que nos preguntan todos los días por qué el Teniente Ortiz no dió muerte á Surín.

Estenoz, Ivonet, Surín, Lacoste, todos los llamados jefes del Partido Independiente de Color, que habían de convertirse poco después en cabecillas del movimiento armado, convencidos de que con promesas de futuras ventajas políticas no lograrían despertar el dormido entusiasmo de sus parciales, recurrieron al criminal expediente de excitarlos á la lucha, propalando las más calumniosas especies contra los blancos, y ofreciéndoles como horribles trofeos de victoria, el saqueo de nuestros hogares, la sangre de nuestros hombres y la honra de nuestras mujeres.

Gregorio Surín, con quien tuvimos oportunidad de departir extensamente á raíz de su captura, es un mulato que representa unos cincuenta años de edad, y su aspecto afeminado, acaso tanto como el odio feroz que siempre ha sentido por la raza blanca, le hace repulsivo y odioso desde el primer momento.

Eugenio Surín, por su parte, predicaba abiertamente la guerra de razas; y en una ocasión, que recordamos perfectamente, se interrumpió en medio de uno de sus discursos incendiarios, para decir que no podía continuar en el uso de la palabra, porque el cuello de la camisa, por ser blanco, le asfixiaba.