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Actualizado: 22 de septiembre de 2025
Hecho esto, se fueron a ver la ciudad, y admiróles la grandeza y suntuosidad de su mayor iglesia, el gran concurso de gente del río, porque era en tiempo de cargazón de flota y había en él seis galeras, cuya vista les hizo suspirar, y aun temer el día que sus culpas les habían de traer a morar en ellas de por vida.
La devota comitiva se dirige á la iglesia, y nosotros entramos en la casa del paciente, en la que se notan algunos adornos, lo que prueba, que en aquella se ha recibido al Rey de los Reyes, con toda la suntuosidad á que alcanzan los recursos de sus moradores.
Esta luz amarillenta, igual al oxidado fulgor del oro viejo, parecía aumentar la suntuosidad de las salas. Era la arquitectura majestuosa y rica que convence al pueblo y á los ricos improvisados. Las columnas y pilastras, de ónix y de bronce, sostenían un techo magnífico, cortado circularmente por la cristalería de la claraboya.
Lo que habeis visto en este alcázar árabe es bello, voluptuoso, rico; refleja perfectamente el sensualismo oriental, la suntuosidad de los reyes nazaritas, la imaginacion poética del musulman que siente latir su corazon por el amor ó por la gloria; mas no es siquiera comparable con lo de aquel templo, donde todo es magestuoso, donde todo respira ascetismo, donde en medio de la variedad se ve campear esa misma unidad que estableció el Profeta por base de su sistema religioso.
Este desfile de suntuosidad abrumadora, corriente de movibles patíbulos con rostros cadavéricos y vestiduras deslumbrantes, prolongábase toda la noche, frívolo, alegre y teatral. En vano lanzaban los cobres sus gemidos de muerte, llorando la más ruidosa de las injusticias, la muerte infamante de un Dios. La Naturaleza no se conmovía, uniéndose a este dolor tradicional.
Familias enteras que sólo salían a luz en las grandes festividades estaban allí desde las dos de la tarde, viendo pasar procesiones y más procesiones; mantos de Virgen, de aplastante suntuosidad, que arrancaban gritos de admiración por sus metros de terciopelo; Redentores coronados de oro, con vestimenta de brocado; todo un mundo de imágenes absurdas, en las que contrastaban los rostros trágicos, sanguinolentos o lloriqueantes, con las ropas de un lujo teatral cargadas de riquezas.
Su espíritu de mortificación era grande y su severidad de costumbres tanto más meritoria cuanto que se veía continuamente acosado por tenaces tentaciones, que el Demonio hacía surgir con preferencia de los mismos pasajes de la Escritura, revestidas de suntuosidad y desprendiendo un olor raro y voluptuoso de Oriente. Noche y día rondaba el Tentador en torno de su alma.
Palabra del Dia
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