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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Esto último sucedía con más frecuencia en la Pastoreta ó Pastorella, en que hablaba un poeta con un pastor ó pastora, precediéndole una breve introducción.
A la sorpresa sucedía la complacencia en los amigos, y a la complacencia las hipótesis sobre la mayor o menor proximidad de la época del matrimonio y las conjeturas acerca de los motivos que habían operado tal cambio en la conducta de los novios.
Este recto y majestuoso caballero tenía la costumbre desde tiempo inmemorial de hacer la tertulia por las noches a D.ª Teodora. Cuando ésta venía a la de su amiga D.ª Eloisa, lo cual sucedía una o dos veces por semana, la acompañaba juntamente con el criado.
Estos solian venir á su campo, y tambien se llevaban caballos, que regularmente sucedia de noche: y este modo de vivir observó todo el tiempo que estuvo entre los indios, que no puede decir cuanto, pero diré que experimentó mucho frio y mucho calor en varios tiempos y parages, durante el tiempo que estuvo con los indios.
Sí, decididamente algo había de extraordinario. En el modo de hablarla, escucharla y mirarla, notábase una mezcla indefinible de bondad y distinción que parecía reservada únicamente para ella. ¿Cómo ella no se había apercibido antes?... ¡Qué singularidad!... Y tanto más singular era lo que sucedía, cuanto que ella no era, no, absolutamente de aquellas a quienes aprecia un hombre semejante.
Hace una generación que una dama de alta alcurnia objetaba razonablemente diciendo que no sabía al lado de quién podía sentarse; pero, en la actualidad, como sucedía en el teatro antes de la época de Garrick, la fama poco honorable de una parte de los concurrentes constituye un incentivo.
Algunas veces me vino a las mientes la idea de que Magdalena había previsto lo que sucedía, es decir, que la reconocería yo y me volvería loco de dolor y de alegría en aquel fantástico coloquio de un hombre vivo con una pintura. Y según veía yo en ese hecho malicia o compasión, aquella idea me exasperaba la cólera o me hacía verter lágrimas de agradecimiento.
Como sucedía en muchos otros casos, había que pasar por el dormitorio principal para poder entrar en la pieza secreta, y cuando los soldados penetraron en el primero para inspeccionarlo, sus sospechas se despertaron. Por lo tanto, decidieron quedarse allí a pasar la noche.
A Mendoza en estos casos no se le oía el metal de la voz; por manera que desde la sala, parecía que el general hablaba solo. Pero esto, como ya hemos dicho, sucedía muy pocas veces: ordinariamente el director iba a tomar órdenes a casa de aquél dos a tres veces cada día.
Los árboles seguían hablándose al oído, murmurando con todas las hojas; comentaban con irónica sonrisilla el lance de la guillotina, como decía Petra. «¡Qué hermosa noche! Pero ¿quién era ella para admirar la noche serena? ¿Qué tenía que ver toda aquella poesía melancólica de cielo y tierra con lo que le sucedía a ella?».
Palabra del Dia
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