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Narró todo lo que había sucedido en el Sotillo en tono dramático y con reticencias adecuadas para infundir las sospechas que atormentaban su espíritu. Escudero escuchó el relato sin pestañear. Doña Eugenia bastante distraída.

Yo estoy acostumbrada a la vida de pueblo... ¡como que no he salido de él...! Pero , aunque goces en el campo, has viajado mucho y no puedes menos de sentir el aburrimiento de esta soledad... Háblame, pues, francamente. ¿Vas con gusto a Madrid? Pues Elena va con gusto a Madrid. ¿Prefieres quedarte en el Sotillo? Pues Elena se queda tan ricamente en el Sotillo.

Viendo sus esfuerzos defraudados, la doncellita adoptó el acuerdo de salirse de la estancia sin hacer ruido. El Sotillo le causaba ahora una impresión extraña, mezcla de dolor y de alegría, de agitación y de sosiego. Desde el día fatal, hacía ya más de un año, en que su esposo huyera para siempre, no había puesto los pies allí. Pero desde hacía ya tiempo soñaba con él.

El matrimonio se vio necesitado a abandonar la casa lujosa de Madrid y a refugiarse en el Sotillo, finca que pertenecía a la esposa por herencia de sus padres. Donde antes solían pasar solamente algunos días de primavera, en uno de los cuales había nacido Germán, tuvieron que residir forzosamente todo el año.