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Actualizado: 2 de junio de 2025


A un lado y a otro, se extendía la risueña campiña de Sarrió, limitada por dos o tres términos de suaves colinas. Más lejos, descubríase la negra crestería de las montañas de Narcín, que se alzaban sobre el valle de Lancia, cubierto aún por la niebla.

Sarrió calla y come. Yo barrunto que a Sarrió no le interesa mucho el símbolo de las cosas.

Alvaro Peña y don Feliciano Gómez se ocupan en recogerlos y volverlos a sus dueños. Tenemos confianza. Mi humilde pluma y mi modesta fortuna pertenecen al pueblo de Sarrió. El nuevo periódico, según el orador, tenía «una gran misión que cumplir». Esta misión consistía en plantear las reformas, los progresos que la villa reclamaba.

En corroboración de estas palabras, se cree en el caso de manifestar que, tan pronto como la creación de un periódico en Sarrió fuese un hecho, tendría el gusto de exponer a sus convecinos la resolución de un problema que hasta el día de hoy se había creído insoluble, el de la «trisección del ángulo», al cual había dedicado muchos esfuerzos y vigilias, coronadas unas y otros afortunadamente por el mejor éxito.

Y he aquí lo que dice este pasaje: «Tiempo que un conejo debe estar al fuego, suponiendo que esté recién muertoEsto es admirable; esto es como el anuncio de que un sabio va a pronunciar su mágica sentencia. Luego el pasaje continúa: «Un conejo grande, casero, hora y media. Uno de monte, una hora.» ¡Y esto es lo que le inquieta a Sarrió! ¿Un conejo casero hora y media? ¿Uno de monte una hora?

Sarrió ha dicho Azorín , este hombre a quien llamamos diputado es un excelente señor.

El orador continúa y termina al fin, deseando, como el elocuente ayudante de marina, que Sarrió despierte a la vida del progreso, que salga del letargo en que yace, y que de algún modo se manifieste en su recinto la lucha de las ideas, fecunda siempre, y luzca en su horizonte el sol radiante de la civilización.

Piscis comenzó a hacer la guardia desde la esquina, armado de su formidable garrote. ¿Quién era la mujer que en aquel momento obtenía los favores del sultán de Sarrió? La blonda Nieves, responderán a una voz cuantos hayan seguido el curso de esta verídica historia.

Sarrió y Azorín, ya de regreso, han cruzado la rambla. Y Sarrió ha dicho: ¿A que no sabe usted, Azorín, en lo que pensaba don Víctor cuando se estaba muriendo? Pensaba en un bastón, en su bastón.

De esta villa insigne por su maravillosa situación geográfica y por el talento de sus hijos, blanco de la envidia, no sólo de Sarrió, sino también de Santander y Bilbao y todos los demás puertos de la costa cantábrica, que en vano han pretendido humillarla; de este pueblo generoso, patriota, idealista, fue nombrado teniente párroco el joven presbítero protagonista de esta verídica historia.

Palabra del Dia

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