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Actualizado: 16 de junio de 2025


»Transcurren ahora los días lentos y tristes, sin acontecimientos que vengan a romper la monotonía del dolor. Al día siguiente de la recaída de Magdalena, escribió su padre: »¡Ha recaído! »Y nada más... ¡Oh! ¡De sobra lo que tendrá que escribir después de esas dos palabras! »Le detuve al pasar y le pregunté por Magdalena.

Al dejar de quererle, como amante, había seguido queriéndole como si fuera su hijo: como criatura de su espíritu, ya que le había iluminado y mejorado. De aquí que la función de la Tejuca, triste prueba de la recaída del joven, abandonado por ella, bastó para afligirla; pero lo que la desoló, por no ofrecer ya remedio ni esperanza, fue la muerte violenta tan estúpida y brutalmente motivada.

Don Víctor, a quien los remordimientos, durante la recaída de su mujer, habían hecho jurar que hasta verla salva, sana, jamás se apartaría de ella, faltó al juramento en cuanto la creyó fuera de peligro.

Tales son los hechos que arrojan los autos, en virtud de los cuales bien cabe deducir, como antes afirmé, sin gran temor de equivocarse, que se pudo engañar la enferma en el diagnóstico de su recaída, hasta el punto de ver las cosas enteramente al revés de como pasaban.

Sea en buena hora... Es probable que venga Simón mañana o pasado para darle cuenta de la resolución recaída en el asunto de los deslindes... Recuerde usted bien que es noblemente orgulloso y muy reservado.

Con el ajetreo que traía aquellos días, en los cuales hizo dos visitas a doña Lupe, celebró muchas conferencias con Juan Pablo y otra muy sustanciosa con Nicolás Rubín, que andaba desalado detrás de una canonjía, tuvo el buen señor una recaída en su enfermedad. Una tarde de fines de Marzo se sintió tan mal, que hubo de retirarse a su casa y se acostó.

En la recaída tiene a este hombre a su lado, que se afana por entretenerla, que la aconseja bien y lleva sus miramientos y delicadezas al extremo de olvidar, o de aparentar que olvida, que hay entre ambos un duelo galante convenido y aun comenzado.

Al año del casorio, los hijos, que habían entrado en la vida matrimonial con regular desahogo, empezaron a recibir golpes de la suerte, como si heredaran la maldición recaída sobre la pobre madre.

Palabra del Dia

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