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Dedicados entonces los españoles al estudio de la literatura italiana, que florecía en aquella época, y que enseñó á sus poetas una lírica más perfecta y completamente diversa de la nacional, empezaron á modificar sus antiguos cantos populares.

No es solo D. Pedro el que prefiere la cultura morisca á la cristiana. En la fisonomía particular del siglo XIV es una faccion muy principal la divergencia entre las ideas nacionales ó populares ó las ideas de la corte, y este antagonismo se observa mas marcado en España que en ningun otro pais.

Aunque comienza á explotar activamente sus turberas y minas de carbon, recibe de Inglaterra una enorme suma de valores en hulla, para alimentar sus fábricas, ferrocarriles y vapores. Los aceites catalanes van á ser purificados en Francia, ó al consumo general del mundo, como sus populares y baratos vinos.

El tono épico domina en todas ellas, y el autor no muestra gran diligencia en ajustarlo á la índole dramática de la composición. Los sucesos, en no interrumpida serie, siguen en todo el orden de los cantos populares.

Una vez allanado, los poetas más instruídos no creyeron degradarse acudiendo á los elementos populares, y agradando al mismo tiempo al pueblo y á las clases más ilustradas; y así, pues, recorrieron la única senda que podía llevar el drama á su perfección, libre del exclusivismo, que lo embargara hasta entonces.

Una voz bravía de cantor nómada entonaba una jota, venerable música del terruño, miedosa de aventurarse en el centro de Madrid y que se extingue lentamente en el refugio de los barrios populares.

Señora, cuando se dispone, como disponemos nosotros, de las imaginaciones populares, los hombres desaparecen, surgen las muchedumbres: la muchedumbre es como el mar, el viento la agita, la calma la atempera. Mañana nuestros nombres serán aclamados por este pueblo, que es un gran pueblo, porque sabe marchar sin preguntar nunca adonde lo llevan. ¡La victoria será nuestra! ¡Oh, mi niñez!

Como que de allí ha salido todo... dijo una voz que se esforzaba en ser autorizada y convincente a pesar de ser la voz de un salvaje. ¿Qué ha salido de allí? Los polvos. ¡Los polvos! El que esto aseguraba era un hombrón, un animal de esos que aparecen en las tempestades populares, sin que se sepa bien quien los trajo, y en todas ellas dejan señal sangrienta de su paso.

Una cosa son las reuniones populares de los teatros y de las calles, otra cosa deben ser los actos de la dirección y de la marcha de nuestro partido: una cosa son las batallas en las guerrillas, en las cargas y en los entreveros, y otra cosa son las batallas en el cuartel general.

Se decía sólo partidario del orden y del derecho. Esta tendencia oficial contenía un tanto los avances y rabiosos desmanes de antimilitaristas y anarquistas. «La paz reinaba en Varsovia»... ¡Felizmente para el Tandil! Intimidados por la tormenta de las «pasiones populares» y deseosos de evitarla, Adolfo Itualde y sus hermanas refugiáronse en su casa-quinta.