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A vuestra generación toca impedirlo; a la juventud que se levanta, sangre y músculo y nervio del porvenir. Quiero considerarla personificada en vosotros. Os hablo ahora figurándome que sois los destinados a guiar a los demás en los combates por la causa del espíritu. La perseverancia de vuestro esfuerzo debe identificarse en vuestra intimidad con la certeza del triunfo.

Por último, el comandante Meunier, alegando la debilidad de la guarnición, rehusó al principio el socorro que se le pedía, y sólo ante la porfiada excitación de los vecinos de la ciudad consintió en destacar dos compañías. Los guerrilleros, al oír este relato, admiraban el valor de Marcos y su perseverancia en los peligros.

DON URBANO. Fruto de su inteligencia privilegiada... No: de la perseverancia, de la paciencia laboriosa... EVARISTA. ¡Ay, no me digas! Trabajas brutalmente. MÁXIMO. Lo necesario, tía, por obligación, y un poco más por goce, por recreo, por entusiasmo científico. DON URBANO. Es ya una monomanía, una borrachera. No: es la ambición, la maldita ambición, que a tantos trastorna y acaba por perderlos.

Cuando las cosas se toman a risa, las penas que causan se mitigan o se consuelan. Juanita no se contentó con pensar y con proponerse cuanto queda dicho, sino que lo cumplió todo con la mayor exactitud y perseverancia. Pasaron muchos meses. El cambio de Juanita empezó a notarse y a celebrarse entre las personas más devotas del lugar.

Me enseñó a trabajar y a tener perseverancia y valor, y ahora soy un hombre rico, considerado. Voy a hacer lo mismo contigo; te enseñaré a trabajar, y si tienes perseverancia y energía también serás rico. Así diciendo, lo tomó de la mano y marchó a hablar a la portera protectora del huérfano. Un mundo de pensamientos confusos agitaba el cerebro de Juan, estupefacto.

¡Bah! dijo la abuela, para ser una solterona tan convencida de su derecho, la Princesa no tuvo mucha perseverancia... Es verdad contestó el buen cura, que no quería contrariar de nuevo a la abuela. Ese fue entonces el comienzo de la rebelión objetó la abuela, levantándose para despedirse del cura, al que habíamos hecho perder un tiempo precioso.