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Actualizado: 10 de junio de 2025


Los artículos comerciales de importacion son: la carne fresca ó salada, el sebo, los quesos, el pan, la sal, la harina, el aguardiente: toda clase de gruesos tegidos indígenas de lana y de algodon para el uso de los indios, cierta porcion de telas europeas para los empleados: las mulas, los caballos y algunos burros de carga para los trasportes.

Carrozas, y mulas, y caballos, habían llenado las cocheras y las caballerizas; y en el zaguán hervían los lacayos con librea, y daba gozo el ver las escaleras alfombradas y con macetas a todo lo largo de ellas.

Llegó en esto el carro de las banderas, en el cual no venía otra gente que el carretero, en las mulas, y un hombre sentado en la delantera. Púsose don Quijote delante y dijo: ¿Adónde vais, hermanos? ¿Qué carro es éste, qué lleváis en él y qué banderas son aquéstas?

Rechinaban los goznes de las puertas; de las cuadras salían pausadamente las mulas, dirigiéndose solas al abrevadero, y el establecimiento, que poco antes semejaba una mansión fúnebre alumbrada por la claridad infernal de los hornos, se animaba moviendo sus miles de brazos.

Algún que otro arriero con sus mulas delante y montado en una de ellas sobre una pirámide de fardos; cualquier vecino que por casualidad saliese en busca de una vaca extraviada, ó los mozos crudos de Vegalora que tuviesen arrestos suficientes para ir á cortejar las mozas de la Segada ó de otros lugares cercanos.

La carabana de ciudadanos de la Gran Bretaña se componia de diez ó doce individuos. Bajaban de las altas montañas, á donde habian ido á hacer una excursion, y venían á paso lento, caballeros en enormes y pacientes mulas, montados en sillas del país bastante rústicas y de notables dimensiones.

Despaché inmediatamente un propio, que dos horas más tarde volvió diciéndome que no había mulas de ningún género para «mi Excelencia». La cuestión se ponía ardua, no porque me fuera imposible encontrarlas allí, sino porque, como decía Molière, qu'il y a fagots et fagots, hay mulas y mulas.

Cuando llegaron a la puerta del hotel y el lacayo vino a abrir la portezuela, sin hacer movimiento alguno para salir le preguntó: ¿El tiro de mulas está aquí o en el Sotillo? Está aquí, señora. Quitad éste y enganchadlo. Está bien, señora replicó el lacayo sorprendido.

Los soldados y las mulas reales tienen palacios por habitaciones, miéntras que los grandes pensadores de la humanidad viven como trastos inútiles encajonados en desconcierto, en una mala casa y cubiertos de polvo.

Efectivamente, estos pobres desgraciados son las solas bestias de carga de su pais, y se les fleta de igual modo que á las mulas: cada hombre tiene que llevar, junto con sus víveres, treinta y tres libras de carga, en una cesta llamada chiquito, por un salario tanto mas mínimo cuanto que se paga en mercancias, y que no representan estas sino la mitad del valor real.

Palabra del Dia

vorsado

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