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Actualizado: 26 de junio de 2025


Hacía tiempo que don Quintín estaba cariñosísimo y muy servicial con Cristeta, impulsándole a ello, primero, el afán de influir en su ánimo para que tornase al teatro, de lo cual a él no podía menos de seguírsele provecho; y segundo, el haber adivinado que a la chica le bullía en el pensamiento alguna maquinación contra don Juan, empresa en que estaba dispuesto a favorecerla. «Si no tiene a ese maldito entre ceja y ceja pensaba , ¿a qué viene el encargarme cada tres días que averigüe si ha vueltoEllo fue que, por aquellos mismos días en que sobrevino la traslación del estanco, supo que don Juan estaba de regreso y acto continuo se lo comunicó a Cristeta.

Ya arreglaremos eso. Y en efecto, hizo llamar al mayordomo y le dijo que aquella tarde era preciso ir á Villoria á ver un castañar que le proponían en venta. Con esto se deshizo por entonces la maquinación seductora de Regalado, quien se fué á la cocina con las orejas gachas.

El pobre don Quintín cedió amedrentado. La maquinación del conquistador estaba bien urdida. El mismo día y en el mismo tren en que partió Cristeta para Santurroriaga salió el utilísimo Benigno, el ayuda de cámara de don Juan, destinado por éste a servicios análogos a los que el padre de los dioses exigía de Mercurio.

¡Oh! señora, le sufrirán terrible, porque su maquinación tuvo tan buen resultado, que se creen seguros de la impunidad. Ha sido preciso un conjunto de circunstancias increíbles para que yo haya encontrado el primer hecho que me abrió los ojos. De pesquisas en pesquisas, hemos necesitado mucho tiempo y muchos esfuerzos para llegar al punto en que estamos y aún nos queda todo por hacer.

Eso es... me desmayé... me llevaron a las Cortes... Después mataron a D. Paco... Esto debe de ser obra de alguna infame maquinación exclamó la condesa llevándonos a la sala . ¡Señores... ya no hay nada seguro... no pueden las personas decentes salir a la calle! En la sala estaban Ostolaza, D. Pedro del Congosto y un joven como de treinta y cuatro años y de buena presencia, a quien yo no conocía.

Nosotros sabíamos cómo marchaba la maquinación, y dejábamos hacer a los conspiradores, convencidos de su impotencia. Un día, al anochecer, en que los conjurados comenzaron a gritar, los prendimos y se les cogió el escrito de asociación y un trozo cuadrado de tela negra. Todos fueron arrestados, menos los convalecientes; unos firmaron, otros pusieron una cruz en el papel, por no saber firmar.

Palabra del Dia

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