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Actualizado: 17 de junio de 2025


Aquello fue una manifestación general de simpatías personales e ideales políticos, y no hubo uno solo entre aquellos hombres de estado, capaces de regir el país de Liliput, que no manifestase sus opiniones por medio de las nuevas palomas mensajeras.

Lo primero que acordaron las mujeres fué suprimir las naciones con todos sus fetichismos patrióticos provocadores de guerras. Ya no hubo Liliput, ni Blefuscú, ni Estado alguno que guardase sus antiguos nombres y diferencias. Todos se federaron en un solo cuerpo, que tomó el título de Estados Unidos de la Felicidad.

Nuestro pueblo estaba gobernado por los emperadores, que se creían el centro del mundo y de una materia divina distinta á la de los otros seres. La vida de la nación se concentraba en la persona del soberano. Los más altos personajes saltaban sobre la maroma y hacían otros ejercicios acrobáticos para divertir al monarca del Imperio, que entonces se llamaba Liliput.

¡Señor Juan, señor Juan! ¡estáis ahí, señor Juan, venid a ver nuestros poneys! ¡Ah! dijo Bettina, con voz algo incierta. Eduardo acaba de llegar de París, trayendo para los niños unos poneys microscópicos. Vamos a verlos, ¿queréis? Y salieron a ver los poneys, que, en efecto, eran dignos de figurar en las caballerizas del rey de Liliput. Han transcurrido tres semanas.

Imploraban su protección para que intercediesen con el gobierno femenino. Como usted adivinará, un movimiento de esta clase no podía quedar dentro de los límites de lo que se llamaba antiguamente Liliput. Las mujeres de Blefuscú enviaron una comisión por los aires para pedir á sus hermanas victoriosas que fuesen á libertarlas de una esclavitud de cuarenta siglos.

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