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Y recordando las expediciones río abajo que tantas veces le había relatado Rafael en sus conversaciones de amigo, aquella isleta con sus cortinas de juncos, los sauces inclinándose sobre el agua y el ruiseñor cantando oculto, le preguntaba, ansiosa: ¿Qué noche me llevas?

Es cierto que el minero habita durante la mayor parte de su existencia las galerías subterráneas que él mismo ha vaciado, pero esas sombras de muerte donde se deposita el grisú, no son su única patria; si trabaja en ellas, su pensamiento está en otra parte, arriba, sobre la tierra alegre, al borde del fresco arroyo que murmura bajo los olmos, festoneado de juncos.

La roca dura de las montañas, lo mismo que la que se extiende por debajo de las llanuras, está, recubierta casi completamente por una capa cuya profundidad varía, de tierra vegetal y de diferentes plantas. Aquí son bosque; allá malezas, brezos, mirtos ó juncos; acullá, y en mayor extensión, el césped corto de los pastos.

Después de almorzar en Roca Tajada, en la taberna de Matiella, estanquero y albañil, grande amigo de Frígilis, los dos amigos cazadores dejaron el camino real, y por prados fangosos de hierba alta, de un verde obscuro, llegaron otra vez a las orillas del Abroño, allí más ancho, rodeado de juncos y arena, rizado por las ondas verdes que le mandaba el mar ya vecino.

El Rin no tiene allí contornos bien determinados; las orillas, cubiertas de viñedos literalmente y rara vez encerradas entre pequeñas montañas, son llanas y de triste aspecto; y el rio, dilatado á veces entre juncos espesos y desbordándose, ofrece considerables dificultades á la navegacion, que exigen muchas precauciones.

Y cuidadito con echarme basura en el portal y en la escalera. Estas eneas y juncos que habéis esparcido en el patio, me los vais a recoger y entregárselos a su dueño». Los chicos oyeron esto sin chistar.

El solitario laguito, por cuyas orillas giran dos caminos carreteros, y en cuyas claras ondas reposan algunos barquichuelos perdidos entre juncos á la vera de puertecitos que no carecen de gracia, mide apénas 5 kilómetros de longitud, como 2 y 1/2 de anchura y unos 18 metros de profundidad.

Se sentía con fuerzas todavía para rehacer su fortuna; y vuelto a Timor, ofreció sus servicios a un rico negociante de trépang, el chino Lia-King, el cual, sabiendo con qué experto y hábil marino trataba, no dudó en confiarle el mando de uno de sus mejores juncos.