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Actualizado: 1 de mayo de 2025
»Con esto entretenía la vida, encerrado en una prisión o casa que los turcos llaman baño, donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares; y los que llaman del almacén, que es como decir cautivos del concejo, que sirven a la ciudad en las obras públicas que hace y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que, como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan.
¡Adiós, doña Catalina! mañana iré á veros... si no me encierran. ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Oh, Dios mío! murmuró la condesa alejándose entre las tinieblas , creo que no me pesa de haberle encontrado. ¿Amaré yo á Quevedo? Entre tanto, Quevedo, adelantando en dirección opuesta, murmuraba: Capítulo VI. De cómo no hay virtud estando obscuro.
Estas palabras encierran varias cuestiones sumamente graves, dignas de ser examinadas con detenimiento. Parece que nó; y si esta imposibilidad existe, el hombre no la conoce.
¡Cuántos recuerdos encierran estas ásperas cordilleras! Una de ellas, la mas oriental, lleva en su mas avanzado estribo el famoso convento de S. Francisco del Monte, que el caballero cordobés D. Martin Fernandez de Andújar fundó á peticion de D. Enrique III y de la reina D.ª Catalina cabe las ruinas del antiguo cenobio Armilatense.
Había grupos de huéspedes que conversaban esperando; la mayor parte hablaban de la muerte de Pilar en voz queda, por consideración a Miranda, a quien conocían; sólo un núcleo de tres o cuatro navarros y vascongados platicaban de recio, por ser el asunto de su conversación de aquellos que no encierran misterio alguno.
Luego recitó una epístola dirigida a M. de Bienassis, en la cual se encierran trozos de poesía tiernísima; se le interrumpía frecuentemente con murmullos de aprobación; Mariana y yo estábamos verdaderamente emocionadas; luego se nos colmó de felicitaciones y, ¿por qué no decirlo?, de dicha y orgullo; lo cual me parece algo perdonable.
Pues me gusta la santidad de estas traviatonas de iglesia... ¡Ja ja ja!... gritó la infame puesta en jarras y mirando en redondo a todo el concurso de recogidas . Se encierran aquí para retozar a sus anchas con los curánganos de babero... ¡Ja ja ja!... ¡qué peines!... y con los que no son de babero. Muchas recogidas se tapaban los oídos.
Palabra del Dia
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