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Actualizado: 3 de junio de 2025
Argensola tuvo una nueva ocupación más emocionante que la de señalar en el mapa el emplazamiento de los ejércitos. Me dedico ahora á seguir al taube decía á sus amigos . Se presenta de cuatro á cinco, con la puntualidad de una persona correcta que acude á tomar el té. Todas las tardes, á la hora mencionada, un aeroplano alemán volaba sobre París, arrojando bombas.
Salieron los leñadores con el hacha al hombro, saltando la cuerda, confundiéndose con el gentío que comentaba los incidentes de la lucha, y otra vez sonó el pito y el tamboril, mientras las yuntas de bueyes arrastraban al centro de la plaza dos enormes piedras. Llegaba el momento emocionante, la hora del suceso que había atraído á Azpeitia tanta gente. Iba á comenzar la lucha de los barrenadores.
El loco, con el cuervo al hombro, gesticulando y hablando como en sueños, caminaba, caminaba sin cesar, desde el Holderloch al Sonneberg, y desde el Sonneberg al Blutfeld. Mas durante aquella noche el pastor Robin, de la granja de «El Encinar», iba a ser testigo del más raro y emocionante espectáculo.
Soñaba despierta al cantar, poniendo en sus palabras temblores de pasión, subiéndole a los ojos una lacrimosidad emocionante. El hombre sencillo y fuerte, el guerrero, tal vez estaba detrás de ella... ¿Por qué no?
Así permanecí hasta la noche, preguntándome lo que experimentaba; y no sabiendo qué contestar, oyendo, viendo, sintiendo, ahogado por las pulsaciones de una vitalidad extraordinaria, más emocionante, más fuerte, más activa, más incomprensible que nunca. Deseaba que alguien estuviese allí; mas ¿por qué? No hubiera sabido explicarlo. Y ¿quién? Lo sabía menos aún.
Y es emocionante pensar cuán nueva es esta convicción; a cuántas mentes privilegiadas fue desconocido éste que es el más fortificante de todos los lugares comunes... La moderna creencia en el progreso no figuró entre los ideales del siglo XVIII, aun tomando por sus exponentes a Voltaire, Montesquieu y Diderot, y Rousseau concebía la historia de la civilización como la de la caída del hombre".
Entraba en la taberna tapándose con el rico y deslumbrante capote los fragmentos de camisa que se le escapaban por las roturas del calzón, doliéndole aún los huesos a causa de los revolcones que le había dado el novillo. La madre, mujer fuerte y mal encarada, corría a él con los brazos abiertos, conmovida por la emocionante espera durante toda la tarde.
Palabra del Dia
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