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Las plantas que se elevan más por allí y dan mayor sombra son las pitas. Son las más leñosas y arborescentes los cardos y los girasoles.

En Sacramento tuvo ocasión de experimentar que los versos, aunque elevan a las emociones más sublimes del corazón humano, y merecen la mayor consideración de un editor en las páginas de un periódico, son insuficiente recurso para los gastos de una familia, aunque ésta no constase más que de una señora y de una niña de corta edad. Recurrió luego al teatro, pero fracasó completamente.

De esta invariabilidad resulta que siempre se elevan sobre el horizonte las mismas estrellas, en el intervalo de una rotación de la Tierra, sea cual fuere la época del año.

Estos manantiales se elevan en medio del río, formando caprichosos surtidores cuyas aguas en ebullición caen entre nubes de espeso humo en las ondas del río. Si bellas son las solfataras del río, bellísimos lo son sus vecinos manantiales incrustantes de Maglagbong.

Otras veces, el hielo, claro y homogéneo en toda su masa, parece un solo cristal. Se ignora la profundidad del pozo. Las tinieblas y un reborde del hielo no dejan llegar á la mirada hasta las rocas del fondo. Únicamente se oyen ruidos misteriosos que se elevan desde el abismo: agua que gotea, una piedra que cae, un pedazo de hielo que se hiende y se desploma.

El sol ilumina oblicuamente todas las volutas de bruma que se elevan en aquel mar: los matices dorados, purpurinos y sonrosados que se mezclan con el blanco puro, varían hasta lo infinito la apariencia de la niebla flotante. Proyéctase á lo lejos sobre los vapores la sombra de los montes y varía incesantemente con la marcha del sol.

Mariposas y libélulas, arrebatadas por la alegría de revolotear al sol, se elevan á veces hasta la zona más alta de la montaña, y sin prever el frío de la noche siguen subiendo hacia la luz; con mucha frecuencia vénse arrastrados los pobres animalillos, así como moscas y otros insectos, hacia las cumbres superiores por vientos de tormenta, y sus despojos alfombran, mezclados con el polvo, la superficie de la nieve.

No sólo las grandes cumbres de los Alpes eran adoradas como mansión de los dioses y por si mismas, sino que, hasta en las llanuras del Norte de Alemania y de Dinamarca, colinitas que elevan sus lomas por encima de los páramos uniformes, eran Olimpos no menos venerados que lo era el de Tesalia para los griegos.