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Actualizado: 18 de junio de 2025
Para comprender rectamente estos dramas, menester es que no olvidemos su inmediato origen de los gérmenes que forman la poesía popular.
Un apéndice en prosa, que le sigue, se propone llamar la atención hacia antiguos dramas del autor, ya olvidados; acusar de ingratitud á los actores y al público, y recomendarle algunas comedias que compuso en sus últimos años.
Tratemos ahora de los dramas de Calderón, cuyo asunto está tomado directamente de la historia, ó, si son invención suya, presentados con circunstancias históricas. Llaman primero nuestra atención los que se refieren á la Península española.
Para justificar la existencia dramática de este elemento épico predominante, que, sin duda, perjudica á veces á la verdadera exposición dramática, es menester no olvidar la relación que con él tiene el espectador español: éste ama con pasión su poesía nacional, regocijándole oir también en el drama el sonido, para él predilecto, de sus cantos populares, pudiendo admitirse como cierto, aunque no nos sea posible aducir sobre esto un testimonio concreto, que los romances comprendidos en los dramas fueron siempre aplaudidos.
Madrid posee siete ú ocho teatros, aunque regularmente no funcionan sino cinco: el de la Opera, el Frances, el de la Zarzuela y dos de dramas y comedias, con acompañamiento de baile, etc. Los demas son insignificantes.
Con toda propiedad, estos dramas pueden, pues, llamarse simbólicos.
Y por esto, y por entender yo que para que una literatura sea espontánea y natural, importa que sólo tenga al público por Mecenas, ni pido ni quiero protección y auxilio del Gobierno para los que escriben dramas.
Si la ventaja, que lleva nuestro poeta á todos sus predecesores, en general, en la traza artística más perfecta de sus dramas, en el manejo más diligente de los materiales, que los constituyen, y en el trabajo más concienzudo de sus planes, ha sido ya expuesta, muéstranse estas mismas cualidades de un modo más relevante en los autos que en las comedias, y hasta las fiestas del Corpus más notables de tiempos anteriores, no pueden ni aun compararse con las más débiles suyas.
Debemos detenernos, pues, en la exposición y estudio de este rasgo nacional, porque, sin conocerlo bien, hemos de extrañar sobremanera algunas particularidades de estos dramas, y no podremos apreciar en su valor los principios morales, extraños y opuestos con mucha frecuencia á nuestras ideas, que dominaban entonces en España.
Al contrario, la segunda clase de autos contiene una serie de dramas alegórico-religiosos, de composición rica y variada.
Palabra del Dia
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