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Actualizado: 27 de junio de 2025
El deseo de salvarnos nos hace cobardes, y á pesar de las promesas que se me han hecho, me preguntaba con angustia si no tendría que temer algún engaño. He reflexionado para decidir si cumpliría el compromiso que he adquirido ó si me sustraería á él por la fuga. Cuando usted ha llegado, dudaba. Ahora estoy resuelta. ¿Te vas? Me quedo. ¡Te pierdes! Pero salvo á un inocente. ¡Estás loca!
Claro está, que si había diablos de esta clase y si Tiburcio contaba entre ellos, al cabo llegaría un momento en que Tiburcio cumpliría su condena y se encontraría indultado y horro de la esclavitud de la culpa. No poco de tan extraña opinión podía apoyarse, según Miguel de Zuheros había oído al Padre Ambrosio, en varias sentencias de Orígenes y de San Gregorio de Nisa.
Y diciendo esto, salieron los dos por la ventana, flechados de sí mismos , y el Güésped, desde la puerta, dándole voces al Estudiante cuando le vió por el aire, diciendo que le pagase la cama y la posada, y don Cleofás respondiendo que en volviendo del Andalucía cumpliría con sus obligaciones; y el Güésped, que parecía que lo soñaba, se volvió santiguando y diciendo: Pluguiera a Dios, como se me va éste, se me fuera el Poeta, aunque se me llevara la cama y todo asida a la cola.
Además, don Álvaro comprendía que ya no podía pagar a Petra sus servicios con amor, porque cada día era más urgente economizarlo; y llevando a la chica a la fonda, allí otros huéspedes hambrientos de esta clase de bocados la distraerían y él cumpliría con propinas en adelante. En suma, ya le estorbaba Petra en el caserón de los Ozores por muchos conceptos.
¡Qué triste! era dejar así la vida, lejos de los suyos, en la aurora risueña de los veinte años; se pegaría el tiro, bueno, ya lo había dicho y cumpliría su palabra, pero su cuerpo quedaría allí sobre la maleza, como el de un perro callejero, y pronto vendrían los curiosos y los vigilantes, y le registrarían, aún caliente, con sus manazas rudas para saber quién era, y sin miramientos, como se carga la res que se acaba de desollar, le colocarían sobre sucias angarillas y le llevarían a la comisaría, al depósito de cadáveres, hasta que papá o tiíta Silda vinieran a reclamarle. ¡Qué triste! ¡qué triste! ¿no sería mejor arrojarse al río, con una gruesa piedra a la cintura, para quedarse allí abajo dormido, y que nadie, nadie, volviera a verle? ¡ay, no! el ahogarse cuesta mucho, se sufre y la muerte tarda en venir... ¿Qué hora era? el sol iba a ponerse, y bajo los sauces se sentía más frío que antes: cuando la noche cerrara del todo, entonces, entonces... ¿Qué harían en su casa? los viejos estarían esperándole: a su cuarto no habían de subir, hasta que el retardo no les alarmara. ¿Habría conseguido algo tiíta Silda?
Palabra del Dia
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