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Los bailes, los convites y hasta los gustos líricos ó dramáticos buscan recuerdos europeos, y para oir el característico cutang-cutang indio hay que dejar el pueblo. De citar es, sin embargo, los convites chínicos de Daraga en sus días solemnes, por figurar en las mesas de sus festines platos tan originales como los de orejas de ratón, nidos de golondrina, aletas de tiburón y cabezas de culebra.

En la historia filipina se consignan no pocos privilegios mercantiles contrarios á los intereses chínicos.

Por el art. 31 se les impone trabajos públicos á los insolventes de pagos á la Hacienda, á razón de un mes por cada dos pesos; el art. 40 previene que los chinos no podrán ausentarse de la provincia si no prestaren la correspondiente fianza; el art. 42 establece un impuesto sobre tiendas y talleres de chinos, pagándolo el que esté al frente de dichos establecimientos, sin que pueda servirles la alegación de pertenecer á sus mujeres ó á otras personas; dividiéndose las tiendas en cuatro clases, pagando las de primera 100 pesos, las de segunda 60, 30 las de tercera y 12 las de cuarta; formándose con esta división un registro por las subdelegaciones de Hacienda, á las que están obligados los cabecillas de los establecimientos chínicos á dar cuenta de lo que venden y á cuantas noticias se refieran á abrir, cerrar, vender ó traspasar tiendas ó talleres, llevándose nota de cualquier novedad al registro.

La libertad de cultos existe de hecho y de derecho; tanto es así, que se ha legislado y está, vigente en los Reales autos de las Islas las complicadas fórmulas de los juramentos chínicos; de modo que no solo el chino practica su ritual, sino que hace partícipe de él á católicos rancios, pues no otra cosa sucede ante el sacerdocio de la ley, tan luego acude en juicio un chino y pide la solemnidad del juramento.