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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Apenas entramos al cementerio, echamos los cerrojos de sus pórticos, para que los famélicos lobos innumerables quedasen al otro lado. Sus aullidos formaban un trueno infinito. Tuvimos que echar a vuelo todas las campanas del cementerio, las colosales campanas de bronce del cementerio, para cubrir el trueno de sus aullidos.

»¡Vete! ¡vete! grité a Carlos. »Por mi parte, tuve buen cuidado al entrar en mi estancia de cerrar por dentro y correr cuantos cerrojos tenía la puerta, persuadiéndome que de este modo evitaría el que la cólera de mi tío llegase hasta .

Ante sus ojos el mundo que soñó se desvanece pronto, y en su lugar, irguiéndose asesino, otro mundo de prosas y mentiras acaba de matar del pecho joven el último ideal .................................... Ya vemos asomar los dedos lívidos de la cruel tragedia, que por entre la puerta sin cerrojos del corazón humano intenta introducir toda la mano.

Corrieron tres años más, al cabo de los cuales Nacho recibió la investidura de licenciado en Derecho, y Nieves quebrantó los cerrojos de su clausura para no volver jamás a ella. Nuevo cambio de retratos entonces. El de Nachito con las hopalandas y el birrete del oficio, y el de su prima con todos los atalajes y arrequives de una mujer hecha y derecha.

Quiso seguirle con un salto de pantera joven, pero sus manos chocaron contra el obstáculo que acababa de inmovilizarse, mientras seguían sonando en su interior llaves y cerrojos. Golpeó desesperadamente la puerta. Sus puños se lastimaron en infructuosos empujones. ¡Ulises, abre!... ¡Oyeme! En vano gritó como si diese una orden, exasperándose al no verla obedecida.

Mas deslumbrado por el brillo de algunas peluconas, que al descuido y con cuidado le puso entre las manos el preso, acabó por ablandarse y correr cerrojos y abrir rejas. Eran las siete de la noche.

Al abrirse el último rastrillo, experimentó una impresión de frío y de tristeza; vio de un golpe las naves enormes, las galerías superpuestas, y en ellas las puertas de las celdas con gruesos cerrojos. Un silencio de tumba pesaba sobre la población invisible. La luz cenital de las monteras de cristales se ensombrecía al descender, adquiriendo la vaguedad crepuscular de las bodegas.

Palabra del Dia

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