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Hojeando los periódicos que había sobre el velador del centro, cayó en sus manos el último número de El Joven Sarriense. Casi nunca lo leía. Por más que estuviese apartado de la lucha feroz de los bandos, odiaba a los del Camarote. Luego temía encontrarse con injurias a su suegro, que le excitaban la cólera.

En Los bandos de Verona, cuyo argumento está tomado de la novela de Romeo y Julieta , desaparece el poeta de talento de las tragedias antes mencionadas.

Alrededor de la pizarra, la batalla tomaba proporciones colosales; los dos bandos, alcistas y bajistas, luchaban cuerpo a cuerpo, rabiosamente, cada cual en defensa del santo bolsillo, con uñas y dientes. Don Bernardino Esteven se presentó, cuando la batahola llegaba al punto más alto de su intensidad.

Los trabajadores se quejaban con razón. Y las tertulias de los ricos, transcurrían en una continua pelea entre los propietarios de los dos bandos. Su vida de holganza habíase paralizado.

Maltrana, molestado por el cinismo del pequeño, huyendo su mirada, que parecía insultarle, se fijó en otro muchacho que se aproximaba a ellos. Iba descalzo, sin otras ropas que un pantalón y una elástica, pero llevaba el pelo cuidadosamente peinado, con una raya en el centro y dos bandos luengos y lustrosos. Y , ¿por qué estás aquí? le preguntó Isidro.

Sarrió, hay que confesarlo de una vez, era una población dormida para todas las grandes manifestaciones del espíritu, para todas las luchas regeneradoras de la sociedad contemporánea. Nadie estudiaba los altos problemas de la política. Las terribles batallas que los diversos bandos libran en otras partes para conseguir la victoria y el poder no apasionaban en modo alguno los ánimos.

Bajo los nombres de Santo Tomé y San Benito, parroquias que encabezaban los dos grandes distritos de la ciudad, perpetuáronse largo tiempo dichos bandos, recordando aún sus distintos colores y opuestas cuadrillas, en las justas Reales de la dinastía austriaca, los antiguos enconos y reyertas

Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dió un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.