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Un dia de fiesta salió á misa solemne la real familia francesa, acompañada de sus augustos huéspedes. Al ofertorio se acercó una dama á Doña Juana, aproximando á su mano una cantidad de monedas, para que segun costumbre la ofreciese al público en nombre de la reina.

No articulé yo palabra, que me habian escarmentado los viages, y sabia que no era juez competente para fallar entre estos dos augustos soberanos.

Generaciones nuevas Ricas de independencia, Tras dolorosas pruebas Por fecundar tu herencia, Se acercan á las aras Que con tu sombra amparas Del Plata al Ecuador. Oh brazos tan robustos Que á un mundo estremecieron, Y en dias mas augustos Sus aras contuvieron, Poderosos se eleven Y á la mansion me lleven De sacra inspiracion!

Todas las personas más o menos piadosas y amantes de nuestras tradiciones católicas, todo el que detestaba la persecución que la Iglesia padecía y ansiaba el reinado de Jesús en la tierra por mediación de sus ministros, estaba pendiente de tal guerra formidable donde se debatían, no sólo los derechos más o menos respetables de un pretendiente al trono, sino también los más caros y augustos intereses de la religión.

Un elevado entarimado levantaba la mesa sobre el nivel de las otras en que iban á comer los simples mortales, y una bóveda, decorada por los mejores artistas, protegería los augustos cráneos de las miradas envidiosas de las estrellas. Allí no había más que siete cubiertos; la vagilla era de plata maciza, mantel y servilletas de finísimo lino, vinos, los más caros y esquisitos.

Á lo largo de la carrera, que habían de andar los augustos esposos, desde la puerta de la Macarena hasta la catedral, se levantaron diversos tablados, en los cuales imágenes animadas figuraban el poder y las virtudes del emperador.

Los tranquilos moluscos que veía ahora en el fondo de las aguas, agarrados a las peñas como botones obscuros, le parecían seres divinos guardadores en su estúpida quietud del misterio de la creación. Admirábalos augustos y grandes, como los monstruos que adoran los pueblos salvajes por su inmovilidad, y en cuyo quietismo creen adivinar la majestad de los dioses.

Habiéndose adelantado el clero á traer á la tierra lo sobrenatural, no temieron los legos representar, empleando las imágenes y las palabras y sin miedo á profanaciones vituperables, los augustos misterios de la fe; vasto campo se abría por este camino al arte y á la poesía española, que podía hollar confiada, al contrario de lo que sucedía en otras naciones, que sólo podían recorrerlo con timidez, no revistiendo el culto de formas extrañas tan perceptibles.