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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Y aquí fué el origen del desafío, porque el marqués montó en cólera y retó al conde, acudiendo los dos rivales á los pocos días á las inmediaciones de la ermita de San Sebastián, donde se batieron briosamente, mas cuando era más empeñada la lucha se rompió la espada del Asistente, parando sus golpes el de la Algaba.
Promovióse cuestión entre los canónigos, comisarios de Cruzada y el Alferez mayor Marqués de la Algaba sobre el asiento que se les asignó en Cabildo. Hubo una terrible avenida del Guadalquivir en que pereció extraordinario número de ganado.
Cuidado fué, y no descuido respondió el Cojuelo , porque me deba más que prosa el dueño destas alabanzas. Y prosiguió diciendo: Allí es el Alamillo, donde se pescan los sábalos , albures y sollos, y más abajo cae el Algaba, de los esclarecidos marqueses deste título, de Ardales, y condes de Teba, Guzmanes en todo.
Frontero al sitio en que imaginamos hallarnos, y en la otra banda del Guadalquivir, junto á su orilla, plantada de alamos blancos y de verdes cañaverales, veíase la Cartuja de Santa María de las Cuevas, rodeada por un espeso bosque de naranjos y de olivos, y en los últimos términos, la fundación insigne de San Isidoro del Campo, sepulcro del héroe de Tarifa, el monasterio de San Jerónimo y la robusta atalaya, erigida por los Guzmanes en el lugar de la Algaba, ya casi envuelta en las nieblas azuladas del horizonte.
Mas hete aquí, que á la dicha función ocurriósele asistir también al conde de la Puebla Asistente de la ciudad, y al ver el sillón preparado para otro, mandólo quitar sin más miramiento, porque entendía que si él, que era tan alta autoridad, no tenía preferencia, no debía permitir que ningún marqués de la Algaba ni de ninguna parte la tuviera en su presencia.
En esto intervino en el motín el poderoso marqués de la Algaba, que trató de pacificar los inquietos ánimos, prometiendo al pueblo que sería atendido, con lo cual se apaciguó un poco, y cuando el Asistente envió á la Feria tropas parecieron haberse calmado los ánimos, mas tuvo la imprudencia de mandar prender algunos vecinos diciendo que había de ahorcarlos, y sabido esto, el día 9 se reprodujo con caracteres más alarmantes el alboroto, como lo relata el citado extracto del Discurso de la Comunidad: «Venida la mañana, la plebe irritada antes que intimidada, se lanzó á la calle dando desaforados gritos de venganza, y corrió en confuso tropel al palacio de los marqueses de la Algaba, pidiendo á estos señores el cumplimiento de la palabra que el día antes empeñara de alcanzar el perdón de los revoltosos.
El marqués de la Algaba, noble sevillano que en la primera mitad del siglo XVII era muy conocido en la ciudad, tuvo un desafío con el Asistente de la ciudad, el cual desafío fué célebre por circunstancias diversas, y cuyo motivo fué el siguiente: En la casa de los jesuitas hubo una gran función religiosa á fines de Agosto de 1628, y para asistir á ella como era propio de su rango, el marqués de la Algaba mandó á los ignacios que le colocaran en lugar preferente del templo una gran silla con su reclinatorio y almohadas.
Palabra del Dia
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