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Sus ojos, unos ojos de loca, con el estrabismo de las frecuentes crisis, eran lo único que aún delataba la extinta hermosura. En el lecho inmediato vio a una jovencita que llevaba envuelto el pelo en un pañuelo rojo y abrigados los hombros con una chaquetilla color de manteca.

Hay que habituarse á él con lentitud, no querer aspirarlo expresamente. Poco á poco, sin apercibirse de ello, en los abrigados repliegues del terreno, jugando con su hijo, respirará usted libremente y sus pulmones se ensancharán. Empero, al principio, no permanezcan mucho tiempo en la playa, antes bien dirija sus pasos al interior de la comarca. La tierra, su amiga habitual, la llama á usted.

Y si los famosos naranjales parecen un tanto monótonos, en cambio los abrigados recodos do domina la vegetación africana, áloes y cactos, los campos de setos exquisitos sembrados de mirto y de jazmín, por último, las odoríferas landas agrestemente perfumadas, causan vuestra admiración.

El Canton es visiblemente pobre, apesar de sus numerosos valles, algunos bastante abrigados, y de contar con la via internacional de San-Gotardo. Sus producciones de alguna importancia se reducen á la cria y exportacion de ganados, fabricacion y exportacion de quesos, corte de maderas en las magníficas florestas de las montañas y cultivo de árboles frutales y papas ó patatas.

La del Mediterráneo, circular casi, tiene su nota más elevada en el seco y penetrante clima de la Provenza y de Génova; dulcifícase hacia Pisa; se equilibra en Sicilia, mientras que en Argel obtiene un grado notable de fijeza. De retorno, gran suavidad en Valencia y Mallorca, y en los puertezuelos del Rosellón, tan bien abrigados por el Norte.

Adelantáronse algunos á prender fuego á los ranchos que estaban poco distantes de la poblacion, abrigados y sostenidos de algunos fusiles que disparaban contra la guarnicion, y ofendian hasta la plaza mayor; pero se evitó, colocando en una de las torres de la matriz seis fusileros para que hiciesen fuego sobre ellos, y destacando hacia el puesto de Orcopata un piquete de los mismos con una compañia de caballeria, que no solo lograron ahuyentarlos, sino tambien embarazar cortasen el camino real de Chucuito, como lo intentaban.

Pero Juan aquella noche se acostó triste, y Lucía misma, que amaneció junto a la ventana en su vestido de tules, abrigados los hombros en una aérea nube azul, se sentía, aromada como un vaso de perfumes, pero seria y recelosa.... Ana mía, Ana mía, aquí está Pedro Real. ¡Míralo qué arrogante!