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Actualizado: 27 de julio de 2025
El episodio del guante fue prólogo de otros conmovedores sucesos. Al día siguiente la corista tuvo que ponerse, por razón de una de las obras en que cantaba, el más caprichoso traje que imaginarse puede.
A la mañana siguiente pidió una cruz, a pesar de que había en el cuarto un crucifijo de relieve y tenía otro junto a su cama; quería tener otro en sus manos para besarlo continuamente.
Al día siguiente no se hablaba de otra cosa en Madrid que de la ovación de la Jesup, de su importuno estornudo y de los guantes de Currita; nadie se acordaba ya del nombramiento de camarera, ni de la muerte de Velarde, ni del registro de la policía.
Mi compañero de trabajo y mi íntimo amigo Pablo Desvernine, me ha referido lo siguiente, que presenciara él una tarde, en el bufete del señor Viondi, en donde se encontraba Martí. En aquella época el Liceo de la Habana se hallaba establecido en la Calzada de la Reina.
Todo su porvenir estaba condensado en ella. «¡La aldea!» A la mañana siguiente el barro del jardín guardaba impresas todavía las huellas de Lázaro, indicando el sitio donde había escalado la verja para huir, como un ladrón, de aquella casa, donde era tenido casi por un santo.
La señora de Rubín no se dio cuenta de lo demás... Tenía después una idea incierta de que la mano dura del inglés la había cogido por un brazo, apretándoselo tanto que aún le dolía al día siguiente; de que la sacaron del gabinete, de que le abrieron la puerta y de que se vio bajando la escalera.
El acusador había dicho, en el primer interrogatorio, que la víspera de la tragedia se había encontrado con ella y que nada le había hecho sospechar lo que iba a suceder al día siguiente: el juez consideraba urgente saber lo que se habían dicho en este último coloquio.
Si les escuchamos, nos dirán: «No nos detengamos a contemplar el mar o las estrellas; no hay que distraerse. El camino espera. Corremos el peligro de no llegar al fin». ¡El fin! ¡Qué ilusión! No hay fin en la vida. El fin es un punto en el espacio y en el tiempo, no más trascendental que el punto precedente o el síguiente.
Cuando éstos querían hacer falla para dedicar el día a una borrachera, se entendían con Facundo, quien lo avisaba a la señora, prometiéndole responder de la asistencia de todos al día siguiente, la que era siempre puntual. Por esta intercesión llamábanle los peones el padre.
En cuanto al criminal, aunque lo sentenciaron á ser entregado al brazo secular para quitarle la vida, se probó que estaba loco, y lo encerraron en el convento de San Juan, en donde se dice que murió por los años de 1678. Para que este succeso fuese todavía más digno de llamar la atención, vino á unirse á él lo extraordinario del siguiente cuento que consigna cándidamente Góngora.
Palabra del Dia
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