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El mayor peligro que existe para la sociedad es el hombre instruído que sólo piensa en mismo, porque su instrucción misma le da mayor poder para hacer daño y sacrificar a todos a su conveniencia, o su ambición personal. El verdadero objeto de la educación es el servicio al público, el de aplicar los conocimientos que no adquiere, al bien y mejoramiento de la sociedad en que vive.

D. Pedro, la hora es bastante inoportuna, y bien sabe Dios que no cómo disculparme con usted. DON PEDRO. ¿De qué, amigo mío? DON EDUARDO. Por una visita realmente demasiado matutina e inesperada. DON PEDRO. ¿Y quién le dice a usted que yo no esperaba esta misma visita? DON EDUARDO. ¿Que me esperaba, dice usted?

A menos que sostengais que la educación es en misma un mal más que un bien, que desmejora el carácter en vez de mejorarlo, no podeis eludir la deducción de que ampliando los conocimientos y las experiencias de la mujer, daríais más vigor, más energía y más encanto a la personalidad femenina. Nada infunde mayor respeto como la educación; la educación es lo que eleva el nivel de las personas.

Pero lo menos debe tener aquéllos derechos fundamentales que, como el voto, requieren nada más que inteligencia y capacidad para ejercerlo, a fin de que pueda tener alguna voz en la decisión de sus propios destinos y librar por misma las batallas que exigen su honor, su libertad y otros tantos intereses que descuídan o ignoran los hombres en virtud del indisputado monopolio ejercido por ellos sobre los negocios públicos.

Dos y media leguas al Poniente de esta mesa, está la tercera, y en sucima el septimo pueblo que llaman Oraybe. Es como la capital de la provincia, el mayor y mas bien formado de toda ella, y acaso de todas las provincias internas. Tiene once quarteles ó manzanas bien largas y dispuestos con calles á cordel (113 r.) todos vientos, y puede llegar su poblacion á 800 familias. Tienen buena caballada, mucho ganado menor y algun vacuno. Aunque no gozan sino una pequeña fuente de buena agua, distante del pueblo mas de una milla al Norte, han construido para suplir esta escasez, en la misma mesa, y mui inmediato

DOÑA MATILDE. No, eso no ... ya yo que la caoba y la muselina no se han hecho para casas pobres ... pero hay muebles bastante bonitos de cerezo o de nogal ... hay cortinas muy baratas de percal o de zaraza ... y si juntas a eso unas paredes recién blanqueadas, unos pisos muy fregados, unas ventanas con sus correspondientes tiestos de flores, y otras bagatelas semejantes que cuestan poco o nada, resultará de todo cierta elegancia en la misma pobreza, que....

Adorada por su marido, mimada por sus parientes, respetada por sus amigos, pudiendo disfrutar de todo, sobrándole todo.... DON EDUARDO. ¿Pero qué tiene usted, Matilde mía? ¿Por qué se ha quedado usted tan callada? DON PEDRO. La misma alegría que la habrá sobrecogido.... ¿No es eso, hija?

Matilde comienza ya a padecer los inconvenientes de su posición: humíllala el casero, humíllala una antigua compañera de colegio, marquesa, que vive en la misma casa, y que dice que una cosa es casarse, y otra enamorarse; en lo cual no parece su señoría un si es no es verde y alegre de cascos: humíllala, en fin, una vecinilla ordinaria entre cotorra y contrabandista: llora Matilde y conoce su yerro.

MARQUESA. Qué, si me casé hace cinco meses, y vivo precisamente en el cuarto principal de esta misma casa. DOÑA MATILDE. Cuánto me alegro ... así estaremos todo el día juntas y ... pues me habían dicho que era una marquesa la que.... MARQUESA. Ésa soy yo. DOÑA MATILDE. Entonces no te has casado con aquel cadete de Algarbe....

Por la misma razón, si tratan de escaparse, y no tienen otro recurso, se arrojan por una ventana; mas si tienen la puerta franca, aquel paso ya no es ni medio verosímil. Esta exageración hace aparecer a Matilde loca las más veces; quiere ser el don Quijote de las novelas.