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Actualizado: 17 de junio de 2025
Pasaba Gallardo ante los ventanales de los cafés, saludando a sus entusiastas, que le respondían con grandes manoteos para que entrase. «Ahora güervo.» Y no volvía, pues se metía en una sociedad de la misma calle, un club aristocrático, con domésticos de calzón corto, imponente decoración gótica y servicios de plata sobre la mesa.
El débil resplandor del crepúsculo que descendía de los ventanales y la inquieta llama de los cirios formaban una ondulación de luces y sombras, animando el rostro de la imagen como si gesticulase. «¡Aún como soy yo! se decía Gabriel . Si en mi lugar estuviera un devoto, creería que la Virgen ríe unos momentos y después llora. Con un poco de imaginación y de fe, ¡he aquí un milagro!
Se marcaban con toda su elegante y atrevida esbeltez las ochenta y ocho pilastras robustos haces de columnas que suben audazmente cortando el espacio, blancos como si fuesen de nieve solidificada, y esparcen y entrecruzan sus nervios para sostener las bóvedas. En lo alto se abrían los grandes ventanales, con sus vidrieras que parecen jardines mágicos cubiertos de flores de luz.
El príncipe repitió su afirmación: La gran sabiduría del hombre es no necesitar á la mujer. Quiso seguir, pero no pudo. Temblaron levemente los amplios ventanales, cortados en su parte baja por el intenso azul del Mediterráneo. Entró en el comedor un estrépito amortiguado que parecía venir de la otra fachada del edificio, frente á los Alpes.
Para que el acto resultase más solemne, Momaren creyó necesario reunir todo su público, esparcido en los diversos salones, y agolparlo en uno solo que ocupaba la parte saliente del edificio, con dos ventanales sobre una plaza. Este salón lo apreciaba mucho por estar amueblado á la moda de otros siglos, cuando reinaban los emperadores de la penúltima dinastía.
Palabra del Dia
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