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Desde el principio de la guerra eran condenados á muerte por los españoles cuantos individuos caian en su poder, con las armas en la mano, mientras que los suramericanos daban cuartel á sus enemigos. Esta ventajosa circunstancia hacia que los naturales, puestos en el duro trance de servir, se afiliasen con preferencia en las filas realistas.

Ya no eran el pueblo descontento ni el ejército minado por la masonería quienes atormentaban al tirano; eran el clero y los milicianos realistas, capitaneados por un hermano querido.

Don Tadeo, lejos de dejarle abandonado a sus propias fuerzas, le proporcionó curato; y Tirso, después de su primera misa en la capital de la provincia, que dio ocasión a una fiesta que fue un recuento de fuerzas realistas, marchó a vivir a un pueblo, mejor dicho, valle, entre cuyas ásperas desigualdades estaba esparcido el caserío de miserables viviendas y pobres gentes, sobre quienes debía comenzar a ejercer su santo ministerio.

Cuando un pueblo entra en revolución, dos intereses opuestos luchan al principio: el revolucionario y el conservador; entre nosotros se han denominado los partidos que los sostenían patriotas y realistas.

Entró Seudoquis, reconoció a Salvador, se abrazaron; pero tanta gana tenía el buen hombre de contar lo que sabía, que sin poder aguardar a que acabaran los saludos, habló así: ¡Ya les hemos cogido! ¡buena caza hemos hecho! ¿Qué? ¿qué ha sido?... ¿una batida de voluntarios realistas?

El plan que guiaba sus pasos, mirado aun por los menos desconfiados como irrealizable, era el de dar la libertad á Venezuela con el concurso de la Nueva-Granada, que hasta cierto punto habia seguido la misma marcha en su revolucion contra los españoles realistas.

Hacia el mismo tiempo, hecho prisionero por los realistas, Bernardo Bermudez habia sido fusilado por órden de Cervéris; pero recogido con vida el mismo jefe mandaba asesinarlo en su propio lecho al tener noticia de la victoria alcanzada por Mariño, quien luego añadió á este lauro el de la toma de Barcelona.

Bien: ya me lo dijo usted el otro día, respondió Coletilla dirigiendo miradas recelosas á Clara y á Pascuala. ¿Y no me manda usted nada? Nada más sino que me deje usted en paz. ¿No va usted á la procesión? Está muy lucida. No estoy para procesiones. ¿Le gusta á usted saber lo que pasa en las casas de los realistas? añadió el anciano con el acento amargo y receloso propio de su carácter.

Entre los primeros habia que lamentar al valiente Villapol y otros dos oficiales, y entre los segundos habia, con Campo Elias, otros 30 oficiales; pero la pérdida del enemigo fué mucho mayor. A fines de Marzo los realistas ponian sitio á Valencia con 4.000 hombres que Don José Cevallos traia de refresco de la provincia de Coro, pero sin artilleria.

Recuérdese nuestra lucha de la independencia; jamás un ejército español pasó al sur de Tucumán; jamás en nuestros campos reclutaron hombres los realistas. Más aún: en medio de la lucha se observaban las leyes de la guerra, y después de nuestros desastres, como después de nuestros triunfos, el respeto por la vida del vencido era una ley sagrada.