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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Eran más de las doce, y las siete acequias empezaban á mostrarse cansadas de tanto derramar pródigamente el caudal de su justicia, cuando el alguacil llamó á gritos á Bautista Borrull, denunciado por infracción y desobediencia en el riego. Atravesaron la verja Pimentó y Batiste, y la gente aún se apretó más contra los hierros.
Considerando yo que mis parientes más seguros habían de estar en los hospicios, en las inclusas y en los conventos de mujeres recogidas, di al Padre García pródigamente todos mis ahorros para que en aquellas santas casas los repartiera.
Un intento de aproximación y de confidencia se traducía como amenaza de inmediatas peticiones. Los de menos fortuna, que hasta entonces habían gastado pródigamente, con la facilidad que proporciona el crédito, comenzaban a restringir sus necesidades extraordinarias en el comedor y en el fumadero.
Los reproductores costosos eran degollados todos en el parque como simples bestias de carnicería. En los gallineros y palomares no quedaba una sola ave. Las cuadras estaban llenas de caballos enjutos que se daban un hartazgo ante el pesebre repleto. El pasto almacenado se esparcía pródigamente por las avenidas, perdiéndose en gran parte antes de ser aprovechado.
En buen hora que se premien con jenerosidad y aun pródigamente los singulares y estraordinarios servicios que pueden prestarse en críticas circunstancias y por adelantos en las ciencias ó descubrimientos útiles en la agricultura, industria y navegacion; pero nunca se premien con infraccion de la ley: y esos premios sean puramente personales, y se fenezcan con la muerte del poseedor.
Tendría que suprimir los cigarros de la Habana, que repartía pródigamente, y los vinos andaluces de precios caros; tendría que contener su generosidad de gran señor, y no gritar más «¡Todo está pagado!» en cafés y tabernas, ímpetu generoso de hombre acostumbrado a desafiar la muerte, que le hacía convertir su vida en un derroche loco; tendría que licenciar la tropa de parásitos y aduladores que pululaban en torno de él haciéndole reír con sus peticiones lloriqueantes; y cuando una hembra guapa de la clase popular viniese a él si es que llegaba alguna viéndole retirado , ya no lograría hacerla palidecer de emoción poniéndola en las orejas unos zarcillos de oro y perlas, ni se divertiría manchando de vino el rico pañuelo chinesco para sorprenderla después con otro mejor.
Palabra del Dia
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