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Actualizado: 2 de julio de 2025


Quede reservado á los naturalistas el encarecer la fertilidad de su suelo , la abundancia de sus minerales, la hermosura de sus ganados, rivalizando en encomios con Plinio y Estrabon acerca de la escelencia de sus frutos; y salven ellos como puedan el compromiso de dejar airoso al poeta Estacio que tanto elogia la bondad de sus aceites.

Debió existir en aquellos siglos una competencia terrible de boato y esplendor entre las damas, pues Plinio, literato oficial de Trajano, pero austero y solemne moralista, a pesar de su adulación forzosa al gran emperador, dice en un pasaje de sus «Cartas»: «Supuesto que los hombres han mirado siempre como una obligación, dictada por la misma Naturaleza, el complacer a las damas, amarlas y servirlas, se han visto también precisados a sufrir algunos excesos en que les ha hecho caer su natural propensión a adornarse y a emplear en su servicio las mayores preciosidades de la Naturaleza»: Alude Plinio en estas palabras inmortales a las perlas que las señoras romanas usaban como castañuelas.

Se hace constar con asombro que una mujer pintora de Grecia, la famosa Lala, de Cycique, que vivió 80 años antes de Jesucristo, no se casó, y se cuida de hacer observar que fue su gran fervor por su arte lo que la llevó a esa extremidad lamentable. Del mismo modo, la hija de Plinio, el célebre naturalista, necesita la reputación de su padre para hacer aceptar su situación de solterona.

D. Álvaro de Sande. Estaba en este tiempo muy malo Juan Andrea Doria, y envió algunas veces con Plinio de Bolonia á decir al Duque que mandase que se embarcase la gente y las otras cosas que habían de ir en cristiandad, y si también que el Duque mandó dar 200 escudos de su casa á Agustín Febo, alguacil real del armada, porque solicitase la embarcación de la manera que Juan Andrea pedía que le embarcasen y el Duque que lo embarcasen: las causas que hubo para lo que quería el uno y el otro no se hiciese, se pueden bien saber y á no toca decirlas.

Creíase entonces por altos y bajos, chicos y grandes, como verdad inconcusa, que habia sujetos dotados por la Divina Providencia de la virtud de curar enfermedades, por medios sencillísimos: llamábanlos «saludadores» y he aquí lo que de ellos nos dice el docto Covarrubias: «Saludar en otra significación, vale curar con gracia «gratis data» y á los que esta tienen llaman Saludadores, y, particularmente saludan el ganado; pero, yo mas cierto tengo auerse dicho de saliua, saliuador, por tener en ella la virtud de sanar, y assí los saludadores dan vnos bocaditos de pan al ganado, catados por su boca, y mojados en su saliua y de que esta tenga virtud para algunas enfermedades rabiosas ay lugar de Plauto ... Escribe Plinio, libro 10, capit. 23.

Algunos astrónomos y hombres de ciencia muy antiguos como Cleomedes, Plinio y Plutarco, sospecharon que era debido a la influencia de la Luna; pero no lo aseguraban de un modo terminante. Hasta Galileo y el ilustre Kepler andaban todavía en dudas. Newton fué el primero que demostró la posibilidad de que ese fenómeno fuera debido a la atracción de la Luna.

Palabra del Dia

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